jueves, 30 de julio de 2009

Convoy



Basada en una famosa canción, la penúltima película de Sam Peckinpah habla sobre un convoy de camioneros que desafían la ley y habría de ser la películas más exitosa de su director.
Como ya hizo en Cable Hogue y El rey del rodeo, el director se aparta aquí en parte de su estilo particular, pero sólo en apariencia. Cambiando a los vaqueros por camioneros y la violencia por la aventura, Convoy termina siendo un Peckinpah desganado que, si bien incluye gran parte de los elementos peculiares de su filmografía, parte ya de un guión poco elaborado que el propio director desaprobaba.


La historia nos presenta a unos antihéroes enfrentados a la justicia, liderados por Rubber Duck (pato de goma), el último de su especie, enemigo del sheriff Wallace. Ambos son raros especímenes y, en cuanto que son únicos, también mantienen una relación que va más allá de ser simples nemesis.
Como sucede en otras obras de su director, es al mostrar la relación entre estos dos personajes cuando la película merece la pena. El problema es que el guión los hunde en convencionalismos y apenas sí nos deja dos o tres detalles en el personaje del sheriff, especialmente en la escena de la celda y en su último plano, que nos hacen ver que es algo más y que, con un poco de desarrollo, podría ser digno de entrar en la galería de personajes similares del universo del director.


Casi como buscando un ancla que le permitiera seguir siendo él mismo a la hora de enfrentarse a esta historia fallida, Peckinpah buscó un reparto de rostros que ya le eran conocidos. Convoy marca así su tercera colaboración con Kris Kristofferson (Rubber Duck) y la segunda con Ernest Borgnine (tras Grupo salvaje), Ali MacGraw (tras La huida) y Burt Young (tras Los aristócratas del crimen).
Por otro lado, sumergido en un estado de apatía en una vida rodeada de alcohol y drogas, el estado de Peckinpah era tal que James Coburn, un actor habitual en su cine, llegó a Convoy para ejercer labores de director.


Partiendo de una idea interesante, un grupo de camiones en la autopista camino de Méjico, la penúltima película de Sam Peckinpah deriva en una aventura sin gracia, con unos personajes ya muy vistos y sin el encanto de otros que el director trató en el pasado y un guión que termina resultando cansino y falso.
Así, acentuando la caída de su director, Convoy parece más un mal telefilme de sobremesa que copia los principios de su director como buenamente puede, y, como preámbulo a su despedida del mundo del cine con Clave Omega, Convoy es una despedida de su universo crepuscular.


Siguiente artículo: Clave Omega, la última película de una leyenda de Hollywood.

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