Arsénico P.C. es una productora pequeña formada por norteños que, poco a poco, van dando el salto a la pantalla grande. No sólo estamos hablando de cineastas que resucitan la anquilosada cinematografía vasco-cantábrica, si es que existe tal cosa, sino de gente que se beneficia de la globalización para juntar sensibilidades y dar un soplo de aire fresco al cine patrio.
El primero en dar el salto al cine fue Koldo Serra y su Bosque de sombras (2006), con un Gary Oldman en pleno País Vasco setentero, que nos acerca a lo que sería Sam Peckinpah dirigiendo Defensa. Le siguió Nacho Vigalondo con Los cronocrímenes (2007), probablemente la mejor película de viajes en el tiempo jamás hecha. Ahora llega la opera prima de Borja Cobeaga, Pagafantas.
¿Y qué es un pagafantas? Básicamente, es aquel gran amigo de tal o cual mujer que aspira en vano a algo más. La película sigue las desventuras de Txema (Gorka Otxoa, pardillo encantador), un pagafantas de Claudia (Sabrina Garciarena, atractiva como ella sola) que cuenta con la ayuda del tío Jaime (magnífico Óscar Ladoire), un pagafantas cincuentón, y su compañero Rubén (Julián López, en su debut en el cine).
El pasado de Arsénico está en parte vinculado al del ahora célebre programa Vaya semanita, algunos actores del cual hacen su aparición en Pagafantas. Así, no es de extrañar que, en contraposición al thriller y a la ciencia ficción de Serra y Vigalondo, Cobeaga opte por una comedia ambientada en Bilbao, con el lema “Aquí no hay quien folle” del conocido programa como guía.
La diferencia de Pagafantas con respecto a otras comedias o películas juveniles actuales es que no se esconde detrás de una fachada de falsa transgresión construida con sexo, drogas y escatología; sino que opta por una perspectiva más costumbrista. No hablamos de una comedia juvenil actual al uso y si hubiera que establecer un paralelismo, podríamos decir que Pagafantas es la herencia nacional de las películas patrias de los 50 y 60, adaptadas a los tiempos de los jóvenes fiesteros en zonas de bares. Por otro lado, la película, como hija de su tiempo, añade a esta perspectiva, digamos clásica, ciertos detalles surrealistas. Cobeaga sitúa a Txema en este extraño mundo entre lo real y lo exagerado. Y es esta mezcla tan bizarra la que termina desestabilizandose por momentos, a lo que no ayuda un equipo que, si bien cumple con su tarea, resulta algo irregular en ocasiones (ciertas actuaciones y algunos detalles de su dirección). Así, aunque a veces su humor funcionan y a veces no, siempre es elogiable que se base en lo visual.
Su protagonista no es tampoco un estereotipo de friki y desde luego no es un joven Danone; ambos muy habituales en las comedias actuales. Es el clásico protagonista pardillo que, salvando mucho las distancias, nos retrotrae a papeles clásicos como el de Jack Lemmon en El apartamento. El personaje esta magnificamente secundado por el amigo encarnado por Julián López (cuya aparición es justa pero precisamente medida) y un pagafantas cincuentón lleno de carisma y humor que perfectamente podría ser el alter ego del protagonista treinta años después.
Pagafantas capta ya desde su primera escena el espíritu de la aburrida noche de miércoles bilbaina con sus coches de limpieza. Visualmente resulta más trabajada de lo que cabría esperar, tanto en su contrastada fotografía (especialmente en el retrato nocturno de la ciudad) como en todos los demás aspectos, muchas veces al servicio de la dirección, como en ese frenético montaje que parece referenciar al Aronofsky de Requiem por un sueño.
Pero sin duda uno de los mayores aciertos de la película es que termina huyendo sorprendentemente de los tópicos de las comedias románticas y por momentos recuerda más a la esplendida Jo, que noche, de Martin Scorsese. Y es que Pagafantas es una comedia basada no en el amor ni en los chistes de sustancias, sino en las constantes zancadillas a su protagonista. Borja Cobeaga lleva hasta lo insospechado su planteamiento, siendo perfectamente coherente y no traicionándolo en ningún momento, un movimiento tan encomiable como dificil.
El resultado final de la opera prima de Cobeaga es una película que da lo que se propone, un soplo de aire fresco para a la comedia nacional.
Antes de leer esto, dígame si hay spoilers, rufián.
ResponderEliminarVaya Semanita es la de dios, qué grandes cojones.
Yo spoilers jamás, hombre. Usted póngase a ver La vida privada, gañán.
ResponderEliminarBastante de acuerdo, pero servidor que tiene nula experiencia con las mujeres, tiene la impresión de que el comportamiento de la muchacha en la peli no es muy "normal" que digamos...es decir, claro que se da el Pagafantismo y mucho, lo tengo observado en algunos conocidos, pero yo creo que es más porque el chico quiere y la chica se deja querer. En este caso ella toma tanto la iniciativa en algunas ocasiones que parece mentira que sólo le quiera como amigo.
ResponderEliminarTambién estoy de acuerdo en que parte de lo que se hace extraño en la peli es la mezcla del surrealismo con el costumbrismo. A veces es un poco "Ricky Gervais", otras veces es un tanto Judd Apatow y otras un poco Howard Hawks en "La fiera de mi niña" o "Su juego favorito", este último punto, mezclado con algún apunte a lo Alex de la Iglesia, es lo que más chirria cuando tal vez la película hubiera funcionado un poco mejor en la vertiente costumbrista con algún toque alocado, como la escena de la persecución (que funciona muy bien en el contexto del filme).