“Hice una película en la que nadie disparaba y nadie fue a verla”
Junior Bonner vuelve a casa sólo para descubrir que su padre está en el hospital y su hermano es un especulador inmobiliario. Así, su meta, aunque humilde, es inalterable: permanecer 8 segundos encima del caballo más difícil del rodeo.
La primera colaboración de Peckinpah con Steve McQueen rompía en forma, no tanto en fondo, con todo lo anterior más radicalmente de lo que hizo La balada de Cable Hogue un par de años antes.
Aunque la historia tenga lugar en tiempo actual, sigue presente el elemento western (muy vinculado con los rodeos) y el rechazo hacia la modernidad. Treinta años después, la subtrama constructora del hermano del protagonista (encarnado por el eterno secundario Joe Don Baker) tiene plena vigencia.
Peckinpah muestra su absoluto rechazo hacia esto ya desde su inicio, donde vemos una excavadora derribar sin miramientos la casa que contenía todos los recuerdos del padre de Junior Bonner.
Si bien la carrera de Peckinpah ha estado cargada del concepto de lealtad y del vinculo entre compañeros, en esta película se presenta un vínculo familiar, en torno al cual gira toda la acción y dentro del cual encontramos el enfrentamiento entre la modernidad, encarnada por el hermano, y la nostalgia, con el rostro de McQueen y su padre, Robert Preston.
El personaje rechaza todo el elemento innovador y se concentra en su vieja obsesión, el rodeo.
Consciente de que no está rodando una película de acción sino un drama familiar, la dirección de Peckinpah se adapta perfectamente a la historia y sabe seguir siendo tan brillante como siempre o, al menos, tanto como la historia le permite.
En El rey del rodeo encontramos momentos tan estimables como el viaje inicial de Bonner (atención a la fotografía de Lucien Ballard) y, por supuesto, el característico montaje, marca de la casa, que aquí tiene vía libre a la hora de dotar a los rodeos, sobretodo el último, de nervio, tensión y emoción.
Así, los personajes de la película terminan despertando simpatía y la dirección de Peckinpah consigue sacar adelante una historia sin demasiado interés ni potencial, convirtiendo El rey del rodeo en una historia tan amena como intrascendente.
Mañana: La huida, segunda colaboración de Peckinpah con McQueen
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