jueves, 23 de julio de 2009

La huida



La segunda colaboración de Peckinpah con Steve McQueen sería una película mucho más ajustada a lo que la gente consideraba que debía ser el estilo del director, una historia sobre traiciones, desconfianzas y violencia.


Steve McQueen sale de la cárcel para reunirse con su novia, Ali MacGraw, junto a la que dará un último gran golpe.


Ya desde su premisa, La huida podría definirse como una versión comercial del cine característico de Peckinpah. Encontramos una trama sencilla, unos personajes algo estereotipados y una ausencia de ese tono crepuscular tan presente en otras obras.
La traición, por otro lado, es el núcleo en torno al que gira el filme y aunque esté presente en otras películas de Peckinpah, especialmente en Duelo en la alta sierra, aquí termina resultando algo simplificada, no por ello exenta de valor en tanto que da una trama secundaria que por momentos otorga a la película un macabro sentido del humor. Por otro lado, el tema de los celos, ya presente en Perros de paja, tiene un gran papel en La huida.
Por supuesto, aquí volvemos a encontrarnos con ese crescendo, también en Grupo salvaje o Perros de paja, que nos prepara lentamente para la escena final. La película nos plantea una historia y utiliza el atraco al banco para dividirla en tres partes, tres historias que terminan juntándose en el hotel del final, con el subsiguiente tiroteo.


Y es en la resolución donde, hasta cierto punto, se nota el carácter más comercial de La huida. Si Peckinpah estaba acostumbrado a torturar a los personajes hasta límites insospechados y dejarlos ahí, sin dar al espectador el gusto fácil de un epílogo; en La huida rescata a Slim Pickens (con quien colaboró en Mayor Dundee y La balada de Cable Hogue) para dar una escena final que deje al espectador con una sonrisa y le haga olvidar cualquier mal trago que haya podido pasar.
No obstante, el hecho de que sus elementos icónicos estén algo difuminados no hace de La huida una mala película, en absoluto.


Aunque pueda ser algo impersonal, el buen hacer de Sam Peckinpah es el gran bonus de la obra, especialmente en lo que atañe a su montaje.
Éste brilla tanto en las escenas de tensión, como en aquellas en que Peckinpah lo utiliza para transmitir sensaciones.
Así, vemos reminiscencias de las ralentizaciones de Grupo salvaje en ciertos momentos (por ejemplo, en la huida del banco).
Por otro lado, el inicio, en que se contrasta la repetitiva vida carcelaria con pequeños apuntes del mundo exterior, nos retrotrae, salvando las distancias, al montaje utilizado en Perros de paja para visualizar el trauma de Susan George.
Una vez McQueen ha salido de la cárcel, Peckinpah utilizará el montaje para regalarnos un momento afable en que disfrutamos del primer día de libertad del protagonista. El director intercala su mirada hacia un lago con escenas imaginarias en que ambos se lanzan al agua, para, momentos después, mostrar a McQueen corriendo hacia ese lago y cortar a los dos protagonistas entrando chorreados en casa. Un momento que contribuye a simpatizar con el protagonista.


Por supuesto, encontramos un gran número de colaboradores habituales. Al fotografo Lucien Ballard cabe añadir los actores Ben Johnson y Bo Hopkins, ambos en Grupo salvaje.
Por otro lado, la presencia del por entonces célebre Quincy Jones en la banda sonora, obedece más al expreso deseo de Steve McQueen que al de Peckinpah, quien había trabajado con su compositor habitual Jerry Fielding en una música ya compuesta y grabada (editada hace pocos años en CD).


El resultado final de La huida es una película extremadamente entretenida, algo desconectado del universo de Peckinpah, pero igualmente valida gracias a una dirección en plena forma y a un guión del posteriormente famoso Walter Hill.


Siguiente artículo: Pat Garret y Billy el niño, el último western de Sam Peckinpah.

No hay comentarios:

Publicar un comentario