Existe una tradición de cine negro en España indudablemente idiosincrásico. A diferencia del género de terror de los últimos años, que en muchos casos no es sino una copia del cine que nos llega de fuera, el primero consigue destacar con películas tan interesantes como El crack de José Luís Garci o Todo por la pasta de Enrique Urbizu, director de No habrá paz para los malvados, que también puede inscribirse en esta corriente.
Lo que más llama la atención de la película es, incuestionablemente, el personaje principal, Santos Trinidad, y el actor que lo interpreta, siempre correcto y a veces inmenso José Coronado. Son ambos, personaje y actor, los que brillan en No habrá paz para los malvados y eso queda clarísimo en los primeros 15 minutos, que nos presenta a este individuo en medio de la noche madrileña. Un inicio con pulso, intrigante y que podría presagiar una película brillante.
Y hay brillantez en la obra de Urbizu, pero no suficiente como para hacer que el conjunto funcione y nos haga olvidar sus fallos, que están, en gran parte, en todos los planos en que falta el actor principal, que son bastantes más de los que cabría desear.
Urbizu y su coguionista Michel Gaztambide están empeñados en convertir lo que debería ser una película de protagonista absoluto en una película coral. El personaje de Santos Trinidad es algo convencional y presenta poca novedad, pero es indudablemente efectivo, más aun en manos de Coronado, quien podría cargar perfectamente con un thriller de tiros y drogas. La historia de su investigación presenta la gran mayoría, si no todos, los aciertos de Urbizu como director y guionista: los mencionados 15 primeros minutos o la escena en el vertedero con la ciudad al fondo (esta segunda, con magnífica fotografía de Unax Mendia)…
Santos Trinidad es un estereotipo que funciona, que no demanda mucho de Urbizu y Gaztambide como guionistas. En el momento en que ambos deciden crear una segunda trama con la investigación judicial, entra en escena una historia redundante, que no lleva realmente a ningún sitio y que ocupa la mitad (o más) de la cinta, poblada encima con un plantel de actores a cada cual más forzado, bien sea por ellos mismos o por la incapacidad de Urbizu para dirigirlos.
La historia de Santos Trinidad, por intensa que pueda ser en algunos momentos, cae víctima de la monotonía que suscita esta subtrama y sus personajes, que terminan arrastrando No habrá paz para los malvados a un final ridículo (no muy alejado del último acto de Frenético de Roman Polansky).
Enrique Urbizu nos da una película clarísimamente divisible en dos partes, una enormemente interesante y una innecesariamente monótona, y aunque la primera salva la película del olvido inmediato y el horror, la segunda lastra la cinta y la impide ser tan grandiosa como podría haber sido.
Habrá que verla de todas formas.
ResponderEliminar¿Frenesí de Polanski?,deje las drogas maldito.
¿Qué? ¿Frenesí? ¿De qué habla? En la entrada pone claramente "Frenético" y nadie podrá jamás demostrar que lo edité después de leer su comentario!
ResponderEliminarMaldita sea, es usted muy bueno.
ResponderEliminarEs cierto que la pelicula tiene ciertos defectos, pero ami modo de ver las virtudes pesan mucho mas, y finalmente sale airosa, que digo airosa, mucho mejor que airosa.
ResponderEliminares raro ver una pelicula hoy dia, y que tengas ganas de volver a verla otra vez, y mas raro todavia en una española.
Gran pelicula policiaca.