lunes, 12 de marzo de 2012

9ª Muestra Syfy de Cine Fantastico


John Carter
En apenas un año dos directores de animación han decidido pasarse a la imagen real. Y si Brad Bird hizo algo más que decente con un proyecto de encargo como Misión Imposible 4, Andrew Adamson hace un proyecto personalísimo y se cae con todo el equipo.
John Carter es un batiburrillo sin sentido entregado a todas las modas del cine mainstream actual y sin saber manejarlas bien. Además, Stanton cae víctima de ese fanatismo por la obra original y se entrega a todos esos detalles que los fanáticos amaran pero que al resto serán indiferentes.
Por un lado, el guión es increíblemente simplón en sus personajes, arquetipos andantes, sus diálogos son de una simplicidad apabullante que pretende simular una profundidad emocional inexistente; y la historia es un batiburrillo sin sentido que pretende complicarlo todo lo más posible como si eso lo hiciera mejor.
Pero un mal guión puede ser compensado por una buena dirección. Este no es el caso. Stanton no tiene ni idea de dónde colocar la cámara, simplemente pone mil cámaras en ochenta puntos diferentes de los escenarios, lo rueda todo, y luego se lo entrega al montador para que haga algo con ello. La película es visualmente plana, plagada de planos sin sentido, narrada confusamente y, eso sí, plagada de efectos visuales, a ver si así se compensan el resto de deficiencias.
Prácticamente todo en John Carter oscila entre el tedio y lo ofensivo y lo que podría haber sido una divertida película de aventuras se convierte casi en un refrito de Avatar, El príncipe de Persia y las crónicas de Ridick (que, sí, todas son posteriores a la novela original de Rice Burroughts, pero aquí hablamos de la película).

Apollo 18
La idea del metraje encontrado sigue dando películas. Personalmente, tengo un gran aprecio por Rec y Monstruoso por la forma en que utilizan el estilo de narración para dar un toque diferente a la película, pero siempre con una perspectiva funcional. Y lo que se me atraganta con Apollo 18 es precisamente esa falta de funcionalidad. Reconoceré a la película que consigue coger un argumento manido y crear algunos momentos logrados (si bien es cierto que serán 10 minutos en los 80 que dura la película) y que recrea muy bien el estilo de las cámaras de la época. Ahí termina todo lo bueno que puedo decir de la película de Gonzalo López-Gallego.
Las veinte mil cámaras situadas en diferentes puntos de módulos lunares y trajes de astronautas y los degradados y resplandores varios, no me cabe duda, son iguales a los que se encontrarían en cintas de video espaciales en la década de los 60. Ahora, Apollo 18 descuida totalmente la historia que está narrando, no busca en ningún momento narrar una historia, sino presumir de medios, lo que sirve para 5 minutos, pero no más. La película no tiene ninguna funcionalidad y por momentos parece que la historia de grabación encontrada es una excusa para poder filmar con peor calidad de video y que se noten menos los fallos del decorado.
Sí, hay dos o tres momentos bastante logrados e incluso alguna idea genial, pero rodeados de 70 minutos de irrelevancia, pretenciosidad y, básicamente, onanismo.

Lobos de Arga
La nueva película del director de la divertidísima Dos tipos duros y la mediocre Un buen hombre es todo un homenaje a películas de terror clásicas y no tan clásicas. Una comedia de terror con un reparto más que correcto y un guión divertido, lleno de referencias y muy entretenido. Pero aunque la película se ve con bastante simpatía, lo cierto es que no consigue despegar ni llegar a ser lo que podría haber sido. No solo porque el guión parezca necesitar algunas revisiones (los elementos dramáticos finales parecen fuera de lugar y algunos personajes son forzados o idefinidos), sino porque la dirección no tiene toda la garra que debería para sacar adelante las escenas más espectaculares (que, no obstante, cuenta con buenas ideas) y, entre otras cosas, la música omnipresente y el sonido poco profesional lastran bastante el visionado. Con todo, divertida.

Phenomena
El retorno del Phenomena a Madrid aprovechando el Syfy es siempre bienvenido. La oportunidad de volver a ver Ultimatum a la tierra y El planeta de los simios en una sala repleta de gente que comparte el mismo amor por las cintas, que ríe, aplaude (a veces, demasiado y cuando no debe, las cosas como son) y se sorprende al mismo tiempo, es, como todos los Phenomenas, una auténtica experiencia.