martes, 15 de mayo de 2012

La experiencia cinematográfica


Recientemente tuve la oportunidad de ir a un par de sesiones del Phenomena en Madrid y me di cuenta de que prácticamente se me había olvidado lo que significaba la experiencia cinematográfica. Con todos los fallos que puede tener el festival (tales como los aplausos desmesurados cada dos por tres), me recordó lo que es ver una buena película, verla bien.
Posteriormente fui a un cine en versión original y la comparación casi me hizo llorar. El tipo del proyector parecía estar en brazos de Morfeo y no darse cuenta de que la imagen era demasiado pequeña, o estaba deformada, o estaba borrosa. Tampoco es que pudieras apreciarlo demasiado bien, porque el tamaño de la pantalla era parecido al de la televisión de mi salón. El sonido podía igualarse en calidad con los auriculares de un tren de segunda. El público, bueno, hay de todo, pero yo personalmente siento una enorme fascinación por la figura del espectador que llega tarde a la proyección. La media en estrenos populares suele ser los 4 o 5 minutos, pero me impresionan las personas, que las hay, que entran con normalidad cuando la película ha empezado hace más de 20 minutos. Tampoco es tan grave como suena, porque de un tiempo a esta parte ese cine al que voy tanto ha decidido que los beneficios de las entradas y las palomitas no eran suficiente y era sabio complementarlos con 15 minutos de anuncios que comienzan a la hora a la que supuestamente debería empezar la película. Para coronarlo todo, casi siento ganas de arrodillarme en el suelo  gritar con desesperación cuando veo que el precio de la entrada supera ya los 10 euros. Y todo esto, sin tan siquiera decir nada de la película.
La gente está tan ocupada en su día a día que contempla el cine como una mera forma de evasión y sin tener en cuenta la calidad del cine, del doblaje o de la película misma. Lo importante es que exploten cosas el 90% de las veces que vamos al cine y que nos sintamos falsamente inteligentes y cultos el otro 10%. Lejos de mi intención aludir con este último comentario a, respectivamente, Origen y The Artist, por supuesto.
 Y en medio de ese Phenomena, viendo por enésima vez Regreso al futuro, me sorprendí riendo y emocionándome como si fuera la primera vez. Una razón era que estaba viviendo una auténtica experiencia cinematográfica en la sala, con una calidad de imagen de lujo, una pantalla grande, con un público que compartía tu misma pasión por la cinta y, al mismo tiempo, te dejaba verla. Ahora que la gente va menos al cine, las salas se ven obligadas a maximizar el beneficio. Con las palomitas, los mencionados anuncios, vendiendo entradas para la sesión que ha empezado hace 10 minutos, subiendo cada vez más la entrada porque, claro, se ve que con todo lo anterior no llegan. Todo esto, por supuesto, convirtiendo el espacio que antes se reservaba para una sala en 3 multicines. Al final, uno tiene la impresión de haber ido a comer un solomillo de primer nivel al Burger King de un callejón de mala muerte.
La otra razón de mi sorpresa en el Phenomena era la calidad de la película. Hasta este día yo recordaba Regreso al futuro como una película algo coja y sobrevalorada, pero cambié totalmente mi idea de ella. Y es que, dentro de su propuesta, es una película brillante. Es divertida, está bien escrita y, sobretodo, funciona como un reloj suizo. La comedia está donde debe, la acción entra cuando tiene que hacerlo y la tensión dura lo que tiene que durar. Compararla con la inmensa mayoría del cine de entretenimiento presente es hacer un flaco favor a los directores  actuales (y, para el caso, al propio Zemeckis tal y como está ahora).
Cada día se estila más eso de reivindicar el cine como un entretenimiento, contra lo que no tengo absolutamente nada. El problema es que poco a poco esa postura parece ir convirtiéndose en una falta de exigencia y una limitación consciente. Parecemos defender ciertas películas diciendo que no se le puede pedir peras al olmo, que no esperáramos una película de arte y ensayo y que, mi argumento más odiado, no siempre queremos comer un solomillo, a veces nos apetece una hamburguesa del McDonalds.
Hay una corriente ahora de desdeñar ciertas películas u obras por asociarse a una corriente gafapasta, intelectualoide o arcaica y ensalzar otras películas como meros entretenimientos sin pretensiones. Y tan pronto empiezas a desgranar y analizar la película, alguien hace notar que pareces un crítico de cocina puntuando con tenedores las patatas fritas que te han dado con tu McRib. Por no hablar de querer ver la última de Michael Bay en versión original, como si fuera una tontería porque a quién le importa la actuación y las voces. Nosotros hemos venido a ver explosiones y ya.
Por supuesto, no hay nada de malo en disfrutar cualquier película, sea El padrino, sea Transformers, siempre que te gusten. Pero decir que hay un tipo de cine que nunca podrá ser genial, y pagar 11 euros, más palomitas, por ir a verlo en una sala de segunda, es malgastar el dinero conscientemente y cerrar barreras a tu propia experiencia cinematográfica.
Y no hace falta comparar Ira de titanes con Lawrence de Arabia. Basta con ver Regreso al futuro y comprobar que un guión sin agujeros y una buena dirección marcan mucho la diferencia entre una buena película y una película “entretenida” plagada de explosiones diseñadas sonoramente para sobreponerse al ruido de las palomitas.

domingo, 6 de mayo de 2012

Los Vengadores


(The Avengers, 2012)


Hay gente que a la hora de hablar de películas de Marvel Producciones engloba automáticamente todas las que tienen personajes de la editorial (probablemente, hasta aquella 4 Fantásticos producida por Roger Corman). Pero lo cierto es que hay una distancia bastante grande entre los Spiderman de Sam Raimi, por no mencionar Daredevil o Los cuatro fantásticos, y las películas realmente producidas por Marvel.

Marvel Producciones ha resultado ser una productora con puño de hierro y visión clara de por dónde llevar sus personajes y, hasta ahora, la jugada parece estar saliendo más bien que mal. En ese sentido, resulta curioso comparar esta trayectoria con la de DC, que siendo propiedad de Warner y teniendo enormes facilidades para tener el control sobre la adaptación de sus personajes, solo consigue despegar cuando estos son puestos en buenas manos (Richard Donner en Superman y Tim Burton y Christopher Nolan en Batman), fracasando estrepitosamente cuando los enfocan como una superproducción sencilla e impersonal (¿Se acuerda alguien de Linterna verde?).

Las películas de Marvel no han venido siendo lo que se dice películas muy personales (como sí podría decirse de las sagas de Burton y Nolan), pero como superproducciones han resultado siempre bastante entretenidas y con algunos elementos por encima de la media. Por un lado, siempre han contado con un gran equipo técnico y artístico y hay que reconocer que Marvel ha sabido arriesgarse en varios momentos, dejando cierto margen dentro de ese férreo control que mantenía para alejarse de los típicos nombres de encargo que suelen asolar estas producciones.

Contratar a Robert Downey Jr. para un rol protagonista fue una decisión arriesgada. Un actor que poco a poco parecía superar su declive a través de papeles secundarios o como protagonistas en películas pequeñas (a día de hoy, sus trabajos en Zodiac y Kiss Kiss Bang Bang son los mejores que ha hecho).
El rol del intratable Edward Norton en Hulk tuvo peores consecuencias, pero no cabe duda de que su película se convirtió en un trabajo de lo más interesante gracias a su actuación y sus reescrituras (no acreditadas). De hecho, todas las escenas en las que no aparece Hulk son de lo más estimables.
Y la lista sigue, con nombres de directores (Kenneth Brannagh, Shane Black) y actores (Natalie Portman, Anthony Hopkins, Tomy Lee Jones…).

Al final, ninguna de sus producciones podría ser considerada legendaria, pero sí condenadamente entretenida y con un tono que las hace diferentes del resto de superproducciones y, a la vez, diferentes entre ellas.

Porque resulta casi imposible que Iron Man, Hulk, Thor y Capitán América convivan en el mismo universo. ¿Cómo juntarlos a todos sin que el resultado se vaya de las manos? Los Vengadores lleva gestándose desde los créditos finales de Iron Man y a lo largo de los años, diversos nombres han ido apareciendo y desapareciendo de la lista de producción. El impersonal Jon Favreu, director de Iron Man y secuela, estuvo a punto de dirigirla. Zak Penn, guionista de El increíble Hulk, estuvo a punto de escribirla. Pero finalmente entró en escena Joss Whedon que, como favor personal a Marvel, para la que había escrito varios comics, decidió intentar salvar un guión insalvable. La productora, con dos dedos de frente, le ofreció empezar de 0 y hacer suya la película. Whedon no solo ha demostrado ser un guionista ingenioso en series como Buffy, sino que es un profundo conocedor del universo Marvel y sabe hacer películas corales (como Firefly y Serenity demuestran). De modo que el resultado es, nuevamente, enormemente digno.

El amigo Joss estructura Los vengadores como un grandioso y épico clímax a las cinco cintas anteriores, con todas sus cosas buenas y sus cosas malas. No tiene sentido perder tiempo volviendo a presentar a los personajes y realmente la película no deja de ser un complemento al resto de cintas de la productora, mal que pese a muchos. En este sentido, las culpas no van a Whedon sino al propio concepto de película, extraña secuela crossover hasta ahora prácticamente inédita en el mundo del cine, no así en el de los comics. Personalmente, yo nunca he sido demasiado defensor de estos crossovers-secuelas-spin offs, en cuanto que te obligan a seguir veinte colecciones diferentes y ochenta universos complementarios. Y aunque en las películas Marvel lo está llevando más o menos bien, lo cierto es que la secuencia entre créditos finales de Los Vengadores me aterra, porque no parece poner un punto final a esta colección. Porque ahora tenemos Iron Man 3, Thor 2, Capitán América 2, Hulk 2 y Los Vengadores 2… Espero estar equivocado, pero tener el batiburrillo Marvel en cines puede ser demasiado. Así pues, Los vengadores es una película sin entidad propia y, por tanto, coja (como, por otro lado, también puede serlo cualquier secuela).

Pero lo cierto es que, habiendo visto las 5 películas de la saga, resulta de lo más entretenida. Whedon pilla perfectamente la psicología de todos los personajes y lo hace quitándose melodramas innecesarios y dándole a todo un sentido del humor y la ironía muy apreciable en el cine reciente (que es solo uno de los muchos elementos que la emparejan con Misión Imposible 4). La película sorprende con sus golpes de humor casi en la línea de los buenos ZAZ y dosifica bien a los cuatro personajes, dejándoles lucirse pero sin acaparar, colocándoles justo donde deben estar en cada momento y permitiéndoles ser memorablemente graciosos cuando pueden. Cada hostia de Hulk, las coñas de Stark, Thor convocando su martillo desde el quinto pino y el Capitán América a la búsqueda de las referencias de la época… Entre hostia y hostia, lo más recordable de Los Vengadores es este necesario sentido del humor y el ingenio de las relaciones entre los personajes.

El otro gran pilar de la cinta es la acción, donde Whedon se permite brillar menos. Siempre ha sido mejor guionista que director. Aunque sabe mantener en línea un guión, en la dirección demuestra buenas ideas de cuando en cuando (el travelling entre los personajes en la lucha final), pero el resto del tiempo parece rodar en modo automático. El largo clímax final consigue mantenerse gracias a su faceta de guionista, donde sabe dosificar la acción y narrarla bien (no un “Robots se dan hostias”, que es lo que debe escribir Ehren Kruger en los guiones de Transformers).

Con todo esto, Los Vengadores es un divertimento de lo más entretenido. Tiene ritmo, es correcto, hace reír y se olvida el 90% tan pronto cuando uno sale de la sala. Como todas las películas Marvel, vamos. 
¿Dónde falla entonces la película? Si obviamos lo ya comentado, que es una cinta floja por propia concepción, uno se queda con la sensación de que él guión necesitaba un par de reescrituras para conseguir despegar y que en manos de un director con más talento podría subir muy alto.

La cinta tiene personajes y situaciones que no van a ningún sitio. Ojo de halcón apenas sí hace un par de cosas en toda la cinta y Scarlett Johansonn, aunque tiene un par de buenas escenas, cae en saco roto. ¿Qué sentido tienen sus estrategias de sonsacar información si luego no se usan de ninguna forma?

Pero lo más grave, a mi parecer, radica en lo deslavazado de su historia. La historia parece moverse a trompicones, dándonos de vez en cuando una escena de acción protocolaria, pero sin molestarse demasiado en unirlas. Los personajes vienen y van y, si evolucionan, lo deben hacer fuera de cámara (¿cómo pasa Hulk de ser un monstruo descontrolado a parte del equipo?). Y todo esto queda coronado por la batalla final. En aras de conseguir un  clímax épico en medio de Nueva York, Whedon se saca de la manga un espectacular ejército alienígena que parece completamente fuera de lugar, como si decir “estaban en los comics” justificara automáticamente su inclusión.

La última hora de Los vengadores es entretenida, qué duda cabe, pero todo lo que pasa está puesto en base a hacer el final más espectacular posible, sin importar su lógica.

Ejércitos alienígenas que puede ser parte de Los vengadores como de Star Trek y que son derrotados por 6 tíos a base de puñetazos, coronándolo todo con el mayor deus ex machina del cine reciente. 
Así, la simple corrección inunda prácticamente todo el metraje de Los Vengadores, con algún destello ocasional (Tony Stark) y alguna mediocridad puntual (la banda sonora de Alan Silvestri), quedando al final como un sencillo entretenimiento, pero a años luz de los que Joss Whedon es capaz.