miércoles, 26 de agosto de 2009

Bosque de sombras

(2006)


Hemos hablado ya un par de veces de Arsénico P.C. en las críticas de Pagafantas (2009) y Los cronocrímenes (2007).
Ahora nos vamos hasta el año 2006 con Bosque de sombras, la opera prima de Koldo Serra y la película más ambiciosa en cuanto a medios que ha salido de esta productora


En los años 70, dos matrimonios ingleses llegan a un pueblo en medio de las montañas del País Vasco, sin sospechar que se verán envueltos en una compleja situación que puede acabar mal para todos.


A diferencia de Los cronocrímenes o The Birthday (2004), películas que pasaron enormes dificultades hasta encontrar distribución, Bosque de sombras fue producida por Julio Fernández a través de su compañía Filmax, también distribuidora de la película.
Por supuesto, la afición de Fernández al cine de género, como se vio con las espantosas películas de la Fantastic Factory, favoreció a Bosque de sombras para contar con mayor presupuesto y recursos que las mencionadas operas primeras de Nacho Vigalondo y Borja Cobeaga.
Así, a actores patrios como Lluis Homar y Aitana Sánchez-Gijón cabe añadir la presencia de Virginie Ledoyen (La playa - The Beach, 2000), Paddy Considine (Arma Fatal - Hot Fuzz, 2007) y el célebre Gary Oldman.


Esta opera prima de Koldo Serra es, ante todo, una carta de amor al cine que admira. La película nos retrotrae a clásicos filmes de los años 70 y, especialmente, a directores como Sam Peckinpah y Sergio Leone. Y lo hace sin cortarse un pelo, ya desde sus créditos de inicio (directamente sacados de Grupo Salvaje - The Wild Bunch, 1969).
Es decir, Bosque de sombras mezcla Defensa (Deliverance, 1972) con Perros de paja (Straw Dogs, 1971) y lo hace con un uso de la cámara panorámica que nos recuerdan, en cierta manera, al que usaba el director italiano en sus westerns.


Así, Bosque de sombras usa todas sus influencias para contar una historia sobre la inadaptación y sus peligros; pero lo hace, curiosamente, sin la maestría de los directores a los que referencia, por mucho que en ocasiones use sus conceptos.
Y es que el guión de Serra y Jon Sagalá, aunque partiendo de algunas ideas interesantes, está muy lejos de desarrollar todo su potencial y termina presentando unos personajes y situaciones que parecen más un apunte que otra cosa, haciendo de la trama una historia interesante a ratos pero fallida en su conjunto.


El reparto, por su parte, es variado tanto en nacionalidad como en talento.
Así, el casting es brillante a la hora de llenar Bosque de sombras de rostros de figurantes para el recuerdo y un plantel de secundarios con unas actuaciones, por lo general, enormemente naturales.
Gary Oldman y Lluis Homar, dos veteranos de la actuación, levantan sobre sus hombros con muchísimo acierto el peso de la parte dramática, dando entidad a sus personajes y haciendo que la película gane enteros, especialmente en las breves escenas en las que comparten protagonismo, que nos sirven para oír un correcto castellano del actor inglés.
A su lado encontramos a los mencionados Ledoyen, Considine y Sánchez-Gijón, que tienen a su cargo los papeles más aburridos de toda la función sobre los que, por desgracia, descansa gran parte de ésta. A diferencia de Oldman y Homar, los tres actores no hacen suyos los personajes y llenan su actuación de falsedad, en especial Ledoyen, confundiendo el drama interior con la monotonía .


La dirección, por otro lado, introduce al mundo del cine a un director que sabe lo que se hace. Así, la película reposa casi por entero en su apartado visual.
Koldo Serra muestra un muy buen hacer en la planificación de. Anteponiéndose a todos los contratiempos y dificultades del campo, el director de Bilbao demuestra una planificación enormemente compleja, por momentos demasiado ambiciosa, que va mucho más allá de lo que estamos acostumbrados a ver en el cine patrio.
Ayudándole, el fotógrafo Unax Mendia enfoca perfectamente la acción, llena la imagen de un tono que contribuye al ambiente y, a pesar de las adversas condiciones que se sufrieron durante el rodaje, fotografía muy correctamente los grandes planos generales con que Serra visualiza los bastos bosques vascos.


El sonido tiene otro papel fundamental en la película y recae aquí tanto sobre los hombros del compositor Fernando Velázquez, con su curioso uso de la txalaparta, y de los atmosféricos efectos de sonido que dan vida a los bosques y, en algunas escenas, dejan a Serra construir el suspense de forma muy original (en la escena nocturna con el silencio de los grillos).


Así, Bosque de sombres constituye una película diferente a lo que nos tiene acostumbrados el cine patrio, con unas enormes referencias cinéfilas al estilo de Quentin Tarantino.
A pesar de sus fallos y de que nunca consigue despegar el vuelo, la dirección de Koldo Serra da a la película un aspecto visual muy de agradecer y anuncia a uno de los directores españoles, no así guionista, más interesantes de los últimos años.

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