(2009)
Quizá sea algo manido ya hablar de como ciertos sectores menosprecian al cine de animación, especialmente cuando es algo que va remitiendo. Y me refiero al éxito de ciertas películas y no a la existencia del oscar a la Mejor Película de animación (que no deja de ser una forma de dejarlas fuera) o al hecho de que la animación sea considerada un género.
Para ayudar a acabar con estos prejuicios, existen aquellas personas dispuestas a hacer películas de animación de gran calidad. No hablo de Dreamworks, con su aburrida e incoherente Monstruos contra Alienígenas. Me refiero, por supuesto, a las que van camino de convertirse en las tres mejores películas del año, todas ellas animadas: Coraline (2009), Ponyo (Gake no ue no Ponyo, 2008) y Up; tres películas que saben que ser gracioso no significa ser idiota y que tratar al publico como personas maduras no significa explotar el tema de Superdetective en Hollywood.
El terror de Coraline (mucho más escalofriante que cualquier película de terror juvenil actual), la emotividad de Ponyo (con una narración pausada que es una delicia) o la aventura de Up, demuestran, como bien saben los japoneses, que la animación es un medio de contar una historia, no un género en si mismo.
Aunque sea un tópico calificar del “nuevo Disney” a cualquier compañía o director que tiene un éxito, lo cierto es que Pixar ha tomado el relevo de la compañía del tío Walt, encadenando un éxito tras otro y alcanzando la perfección con Los increíbles y la primera media hora de Wall-E, (2008) una de las experiencias más dramáticas, emocionantes, divertidas y memorables vividas en una pantalla en los últimos años.
Así, tras el éxito que supuso ésta última película, que se ha convertido en una referencia obligada, la compañía de John Lasseteer nos deja, sólo un año después, con otra gran historia.
Pete Docter, director de Monstruos S.A. (Monsters, Inc., 2001), da con Up una de las mejores aventuras de los últimos años, que, lejos de ser una película histórica o brillante, se ajusta perfectamente a sus intenciones de entretener y emocionar en su justa medida.
El director y su equipo no pretenden hacer una acumulación de chistes sino una película de aventuras con un cierto sabor clásico cuyos detalles nos retrotraen a grandes historias pasadas. Así, las persecuciones en la jungla, el brillante diseño (exterior e interior) del cepelín o el malo de la función son algunos de los elementos icónicos que ayudan a dar ese tono tan disfrutable y que hacen de la última media hora una experiencia trepidante y emocionante como rara vez se ve en pantalla.
Y aunque Up tenga una historia que la guíe, lo que en última instancia la salva y encumbra (ocasionalmente) son su humor y su emoción.
La película cuenta con unos personajes que aunque puedan ser algo simples y en ocasiones recurran a la lagrima fácil (pero efectiva), se ganan el amor del espectador.
El dúo protagonista, perfecto en su diseño y caracterización (impresionante reparto americano), guían la historia en la que no faltan perros habladores (adorable Dug), pájaros legendarios (cuyos movimientos son en si mismos hilarantes) y el inevitable antagonista malvado (cuya locura y voz le convierten en uno de los mejores de la factoría Pixar).
Uno de los mayores aciertos de la película de Docter es tratar al espectador como un adulto. Aunque Jeff Katzenberg guste de presumir de que Dreamworks hace películas para adultos y para el adulto que los niños llevan dentro, es un sinsentido pretender que la madurez de una obra está determinada por lo que cuenta o por su calificación por edades.
Y es que Up demuestra que una película para todos los públicos con una historia sencilla puede tratar al espectador como una persona inteligente, sin importar su edad. Y aunque su humor pueda fallar en ciertos momentos, sus partes más dramáticas son dosificadas en su justa medida, bien sea con un prólogo mudo que sabe contarlo todo en imágenes o con una sola frase que sirve para definir un personaje. Up sabe manejar estos elementos con maestría y asume correctamente que la redundancia (tan socorrida hoy día) no es necesaria.
Su humor, por otro lado, ayuda enormemente, tanto con gags visuales como argumentales pero, las comparaciones son odiosas, nunca llega a superar la primera media hora de Wall-E y por momentos se inscriben en ese humor fácil y repetitivo que hasta ahora se caracterizaba por su ausencia.
Hablar de animación en una película de Pixar es hablar de perfección. Las texturas y los movimientos son siempre absolutamente impecables. En Up, además, cabe añadir un grandioso uso de los colores, tanto para enfatizar el drama como la aventura, que nos sumerge de lleno en entornos tan emocionantes como la selva o el dirigible.
Por último, pero no menos importante, encontramos que, fusionándose perfectamente con la historia y la animación, el músico Michael Giacchino continua con el estilo que ha caracterizado sus anteriores trabajos con la compañía Pixar. Aunque no logre igualar la perfección de su partitura para Los Increíbles (The Incredibles, 2004) (su primer trabajo para el cine y, a día de hoy, el mejor), la banda sonora de Up acompaña a la acción con estilo y en muchos momentos ayuda a la película a ascender, bien sea en el drama del montaje inicial o en la aventura de todo su desenlace.
Así, Up se erige junto a las mencionadas Coraline y Ponyo como una de las mejores películas del año, una historia de aventuras con aire clásico que emociona y divierte. Y aunque probablemente no sea una grandiosa obra del séptimo arte, cumple de sobra con sus propósitos.
Para ayudar a acabar con estos prejuicios, existen aquellas personas dispuestas a hacer películas de animación de gran calidad. No hablo de Dreamworks, con su aburrida e incoherente Monstruos contra Alienígenas. Me refiero, por supuesto, a las que van camino de convertirse en las tres mejores películas del año, todas ellas animadas: Coraline (2009), Ponyo (Gake no ue no Ponyo, 2008) y Up; tres películas que saben que ser gracioso no significa ser idiota y que tratar al publico como personas maduras no significa explotar el tema de Superdetective en Hollywood.
El terror de Coraline (mucho más escalofriante que cualquier película de terror juvenil actual), la emotividad de Ponyo (con una narración pausada que es una delicia) o la aventura de Up, demuestran, como bien saben los japoneses, que la animación es un medio de contar una historia, no un género en si mismo.
Aunque sea un tópico calificar del “nuevo Disney” a cualquier compañía o director que tiene un éxito, lo cierto es que Pixar ha tomado el relevo de la compañía del tío Walt, encadenando un éxito tras otro y alcanzando la perfección con Los increíbles y la primera media hora de Wall-E, (2008) una de las experiencias más dramáticas, emocionantes, divertidas y memorables vividas en una pantalla en los últimos años.
Así, tras el éxito que supuso ésta última película, que se ha convertido en una referencia obligada, la compañía de John Lasseteer nos deja, sólo un año después, con otra gran historia.
Pete Docter, director de Monstruos S.A. (Monsters, Inc., 2001), da con Up una de las mejores aventuras de los últimos años, que, lejos de ser una película histórica o brillante, se ajusta perfectamente a sus intenciones de entretener y emocionar en su justa medida.
El director y su equipo no pretenden hacer una acumulación de chistes sino una película de aventuras con un cierto sabor clásico cuyos detalles nos retrotraen a grandes historias pasadas. Así, las persecuciones en la jungla, el brillante diseño (exterior e interior) del cepelín o el malo de la función son algunos de los elementos icónicos que ayudan a dar ese tono tan disfrutable y que hacen de la última media hora una experiencia trepidante y emocionante como rara vez se ve en pantalla.
Y aunque Up tenga una historia que la guíe, lo que en última instancia la salva y encumbra (ocasionalmente) son su humor y su emoción.
La película cuenta con unos personajes que aunque puedan ser algo simples y en ocasiones recurran a la lagrima fácil (pero efectiva), se ganan el amor del espectador.
El dúo protagonista, perfecto en su diseño y caracterización (impresionante reparto americano), guían la historia en la que no faltan perros habladores (adorable Dug), pájaros legendarios (cuyos movimientos son en si mismos hilarantes) y el inevitable antagonista malvado (cuya locura y voz le convierten en uno de los mejores de la factoría Pixar).
Uno de los mayores aciertos de la película de Docter es tratar al espectador como un adulto. Aunque Jeff Katzenberg guste de presumir de que Dreamworks hace películas para adultos y para el adulto que los niños llevan dentro, es un sinsentido pretender que la madurez de una obra está determinada por lo que cuenta o por su calificación por edades.
Y es que Up demuestra que una película para todos los públicos con una historia sencilla puede tratar al espectador como una persona inteligente, sin importar su edad. Y aunque su humor pueda fallar en ciertos momentos, sus partes más dramáticas son dosificadas en su justa medida, bien sea con un prólogo mudo que sabe contarlo todo en imágenes o con una sola frase que sirve para definir un personaje. Up sabe manejar estos elementos con maestría y asume correctamente que la redundancia (tan socorrida hoy día) no es necesaria.
Su humor, por otro lado, ayuda enormemente, tanto con gags visuales como argumentales pero, las comparaciones son odiosas, nunca llega a superar la primera media hora de Wall-E y por momentos se inscriben en ese humor fácil y repetitivo que hasta ahora se caracterizaba por su ausencia.
Hablar de animación en una película de Pixar es hablar de perfección. Las texturas y los movimientos son siempre absolutamente impecables. En Up, además, cabe añadir un grandioso uso de los colores, tanto para enfatizar el drama como la aventura, que nos sumerge de lleno en entornos tan emocionantes como la selva o el dirigible.
Por último, pero no menos importante, encontramos que, fusionándose perfectamente con la historia y la animación, el músico Michael Giacchino continua con el estilo que ha caracterizado sus anteriores trabajos con la compañía Pixar. Aunque no logre igualar la perfección de su partitura para Los Increíbles (The Incredibles, 2004) (su primer trabajo para el cine y, a día de hoy, el mejor), la banda sonora de Up acompaña a la acción con estilo y en muchos momentos ayuda a la película a ascender, bien sea en el drama del montaje inicial o en la aventura de todo su desenlace.
Así, Up se erige junto a las mencionadas Coraline y Ponyo como una de las mejores películas del año, una historia de aventuras con aire clásico que emociona y divierte. Y aunque probablemente no sea una grandiosa obra del séptimo arte, cumple de sobra con sus propósitos.
Una de las películas de 2009. Sin ser perfecta, destaca entre la filmografía de Pixar, aunque la superan sin problemas WALL·E, Monstruos S.A. y Toy Story (1 y 2, a falta de ver la tercera).
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