miércoles, 12 de agosto de 2009

Harry Potter y el cáliz de fuego

(Harry Potter and the Goblet of fire, 2005)


Harry Potter y el prisionero de Azkaban



Alfonso Cuarón fue tentado para repetir en la dirección con El cáliz de fuego, tarea que el director tuvo que rechazar para centrarse en su próxima película, la genial Hijos de los hombres (Children of Men, 2006). En su lugar, llegó el que habría de ser el primer director inglés de la saga, el muy irregular Mike Newell.


Y, aunque pudiera tener sus fallos, lo cierto es que supo seguir perfectamente con la nueva idea propuesta por Cuarón de dar a cada película un tono distinto. El estilo de El cáliz de fuego, muy probablemente, no existiría sin la llegada del director mexicano a El prisionero de Azkaban. Newell utiliza los decorados de la película anterior y toma algo de su estilo en la fotografía, pero va mucho más allá y, lejos de quedarse en la copia, da su propio estilo al mundo de Rowling.


Este tono es, a juego con la ambición de la historia, mucho más recargado de lo que habíamos visto hasta ahora. Newell vuelve a contar con Roger Pratt, director de fotografía de la segunda parte, aquí con un estilo diferente, que parece fundir algunos tonos de su anterior trabajo en la saga con otros aportados por Michael Seresin en la tercera, creando una fotografía algo irregular por momentos pero tan fascinante como la de El prisionero de Azkaban.


Poniendo sonido a las imágenes, por otro lado, esta un recién llegado a la saga. Compositor con gran experiencia y algunas bandas sonoras legendarias a sus espaldas, Patrick Doyle llegó al mundo de Potter con un estilo diferente al de su predecesor, pero igualmente disfrutable. La música de El cáliz de fuego rompe con lo oído hasta el momento y presenta una partitura que cuenta con temas enormemente atmosféricos que ayudan a crear esa sensación de amenaza en ciertos momentos y que, unidos a la fotografía de Pratt y la dirección de Newell, hacen de Hogwarts un ambiente nuevo y tanto o más fascinante de lo que era en El prisionero de Azlaban.


Por otro lado, el director sigue la estela de la parte anterior, no sólo en su conseguido sentido del humor, sino en su retrato de un Hogwarts situado en un mundo real (la naturaleza cobra gran importancia visual en el relato) y habitado por unos personajes auténticos. Nuevamente, Newell va más allá de lo que fue Cuarón cuando aprovecha el concierto navideño para retratar a los protagonistas como jóvenes normales de hoy día. Así, si dicho retrato no es especialmente brillante de por sí, incluido en el contexto de la saga, tan alejada de ese estilo, resulta tan bizarro por momentos como, en última instancia, acertado.


Por el lado negativo, a diferencia del tono calmado de las dos primeras partes o de la energía de la tercera, El cáliz de fuego adolece de un montaje demasiado apresurado, que por momentos resulta confuso. Como sucedió un año antes con el Batman Begins (2005) de Christopher Nolan, no así en su brillante secuela, la película parece querer contar tantas cosas que debe eliminar tiempos muertos para hacer una película cargada al completo de acción, resultando así demasiado cargante en algunos momentos.


Por supuesto, Newell se rodea de los actores y técnicos más eficientes del cine inglés y americano, que ayudan a hacer de esta la película más espectacular de la saga, con efectos especiales tan logrados como el dragón, y con el eficiente Brendan Gleeson y el famoso Ralph Fiennes, dando vida a un descontrolado y algo tedioso Lord Voldemort


Al final, Harry Potter y el cáliz de fuego es un pasó en otra dirección, ni mejor ni peor, con respecto a El prisionero de Azkaban.
Partiendo de la diferencia establecida por Cuarón con respecto a las primeras películas, Newell hace una película que, con un guión algo apresurado y simple por momentos, reposa todo su encanto en un tono enormemente atmosférico y termina resultando el Harry Potter más bizarro y barroco hasta la fecha.


Harry Potter y la orden del fénix

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