viernes, 23 de octubre de 2009

Cómic: Hellboy

Lanzado a la fama por las dos películas firmadas por Guillermo del Toro, Hellboy es uno de los superheroes más recientes del mundo del cómic y, junto con El Bruto, uno de los más logrados y estables a día de hoy.
La fuerte personalidad de Mike Mignola, conocido del mundo de la viñeta, convierte a Hellboy en su creación. A diferencia de lo que sucede con compañías como DC o Marvel, controladas por ejecutivos que buscan diseñar ergonomicamente los comics más comerciales, Mignola se asemeja más a Alan Moore y Eric Powell, en cuanto que controla perfectamente su universo personal.


Hellboy no está en manos de equipos creativos que buscan nuevos y enrevesados giros de argumento imposibles, ni en manos de autores que reversionan con mayor o menor acierto un personaje ajeno. Los comics de Hellboy, guste o no, están completamente en manos de Mignola.
Y el autor se desmarca de lo habitual con un superheroe que debe más a otros medios que al mundo del comic y cuya evolución y tramas guardan poco o ningún parecido con el mundo de Spider-man, por poner un ejemplo conocido.


Mignola vincula su pequeño demonio con el mundo del cine y la literatura y utiliza decenas de influencias para conformar un todo por el que sus personajes se mueven.
En última instancia, Hellboy y Abe Sapien parecen una mezcolanza entre Sam Spade y Arnold Swarchnegger pululando por los siniestros y bizarros mundos de H.P. Lovecraft.


Mignola saca adelante tan extraña combinación mediante historias cortas que toman elementos de antiguas tradiciones y leyendas macabras y se erigen como cuentos sombrios con peculiar sentido del humor y cierta ironía, que nos retrotrae tanto a los relatos cortos de Edgar Allan Poe, como a los de Roal Dahl o a Rod Serling.
Y el autor coloca estas pequeñas historias en medio de un cuadro mucho más grande, una épica historia que Mignola solo controla y cuyo desenlace algún día nosotros también conoceremos.


Aunque impacte a primera vista, el dibujo de Mignola, de trazo simple y algo esquemático, resulta perfecto para reflejar este universo personal. Y sus viñetas nos llevan a remarcar la enorme importancia del uso del color.
Lo que a veces parece más una formalidad o algo a quitarse de encima, el color, se ve en un puesto de inusitada importancia en el mundo de Hellboy.
La sencillez del dibujo de Mignola enfatiza marcadamente el contraste de claroscuros pero el color resulta vital para terminar de otorgar a la obra ese tono tenebroso, esa sensación de una monstruosa naturaleza insondable que tiñe toda la obra y que, en última instancia, ayuda a hacerla tan lograda y memorable.


Así, Hellboy es algo completamente distinto de lo que las películas o las revisitaciones de otros autores (Hellboy Jr., Historias extrañas) hacen, una obra oscura llena de influencias y conformada con pequeñas historias cargadas de ingenio.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Arma Fatal

(Hot Fuzz, 2007)





El dúo británico compuesto por el director Edgar Wright y el actor Simon Pegg comenzó a llamar la atención con la divertida serie Spaced, que narraba en clave de humor las desventuras de dos compañeros de piso desde el prisma de las referencias cinéfilas y cultural.
Tras ésta, llegaría Zombies Party, nada brillante traducción española del título original (Shaun of the Dead), que no sólo seguía con ese humor peculiar y esas referencias, sino que ahora lo integraba en un argumento de cine de género, la invasión zombie.
Su trilogía de helados y sangre (llamada así por la presencia tanto de hemoglobina como de Cornettos de colores en cada película) había comenzado con esta película, y a ella habrían de seguirle Arma Fatal y la aun por estrenar The World's End.


Como tantos otros cineastas que comienzan, los británicos entran al mundo del cine con todas esas películas que les marcaron como guía.
Y si algunos cineastas se dejan influenciar por estas referencias y las incluyen en su cine de forma secundaria (Zodiac, Bosque de sombras o The Birthday), otros, como Wright o Quentin Tarantino, las sitúan a un nivel más destacado, pero siempre al servicio de la historia.


Así, reconocer los guiños da un valor extra al film, con la ventaja de que hablamos de una referencialidad mucho más accesible y genérica que la del mencionado director de Kill Bill, con elementos de conocimiento común entre cualquiera que haya visto cine de género negro y de acción. Con estos elementos, tenemos una película especial, pues hablamos de una comedia que hace semiparodia de elementos icónicos del cine que homenajea, pero ejerce a la vez de ejemplo de ese mismo cine.
Es decir, Arma Fatal es a la vez comedia y thriller de acción, funcionando perfectamente en ambos campos.


A esto cabe añadir un prodigioso sentido del revisionado. Wright y Pegg componen un guión de historia algo simple, pero de diálogos y situaciones prodigiosamente trabajadas. Y no sólo por su ingenio y su sentido del humor, que también, sino por su gusto por la autoreferencia.
Arma fatal está absolutamente plagada de bromas y chistes dentro de la propia película, desde los más obvios hasta los más sutiles, que no sólo consiguen una película con un atractivo en cada revisionado, sino que dejan al espectador pensando si detalles determinados son referencias muy rebuscadas o simples casualidades.


Con unos 9 millones de euros presupuesto, Wright demuestra un hacer excelente en su segunda película, sacando el máximo partido a cada céntimo, para lograr una obra verdaderamente entretenida, espectacular y adrenalítica cuando debe, con una última media hora simplemente genial, que deja en evidencia la mayoría del cine de acción actual.
Wright crea un ambiente de pequeño pueblo inglés que tiene más de lo que aparenta, y lo hace con un montaje simplemente prodigioso.


Junto a Chris Dickens, montador ganador del Oscar por Slumdog Millionaire, llena la película de cortes y planos rápidos que, lejos de cansar (como si le sucede a Michael Bay), resultan tan perfectamente calculados que permiten al director dar una emoción genuina a la película (la persecución al salir del supermercado), lo que convierte a Hot Fuzz no sólo en una gran comedia, sino en una de las mejores películas de acción de los últimos años.


Y, por último, de mención obligada resulta su reparto, encabezado por un Simon Pegg que tiene mucho más carisma del que Hollywood quiere darle (relegándole a secundario cómico), y con legendarios actores del cine inglés, incluyendo a un simplemente prodigioso Timothy Dalton, en el papel de su vida (lo cual tampoco es muy difícil).


Arma Fatal es una combinación impresionante de diferentes géneros, que funciona en todos y cada uno de ellos, erigiéndose como una película hilarante, entretenida y, es de agradecer, inteligente.


lunes, 19 de octubre de 2009

Videojuego: Uncharted

(Uncharted: Drake's Fortune, 2007)





Poco a poco, el mundo del cine y el mundo de los videojuegos han ido fusionándose. Y mientras el primero cree que podrá captar la atención del público imitando a estos últimos (en aberraciones como Resident Evil 3 o Doom), el segundo piensa que lo mejor que puede hacer es copiar al primero.
Así, esta asimilación no se queda solo en lo exterior, con diversos músicos de cine dándonos grandes bandas sonoras (a destacar el Heart of Darkness de Bruce Broughton, el Broken Sword de Barrington Pheloung y el Lair de John Debney), sino que ha repercutido en un construcción más marcadamente cinematográfica de los juegos.


Así, muchos han dejado pasar los saltos del fontanero Mario sobre champiñones mutantes, para hacer videojuegos cuyo nivel de realismo o, en todo caso, ambición argumental, resulta mucho mayor.
Y si bien todos parecen encontrar en el sobrevalorado Hideo Kojima un perfecto ejemplo de esto, lo cierto es que el japonés tiene cada vez menos clara la barrera entre juego y cine, y se empeña en ralentizar la jugabilidad de sus obras con escenas cinemáticas largas, aburridas y, sobretodo, muy pretenciosas, que lo mismo pueden arruinar un juego (como casi sucede con Metal Gear Solid 4).


Uncharted, por su lado, es el perfecto ejemplo de como llevar correctamente esta combinación, y resulta mucho más cinematográfico de lo que la saga de Kojima jamás será.
Y es que el juego de Naughty Dog, cuya secuela saldrá en breve, bebe de innumerables fuentes del cine de aventuras, desde la clásica Indiana Jones (con todo su componente místico y sobrenatural) hasta la reciente y prescindible La búsqueda (con su banda sonora y ciertos personajes), y su argumento, perfectamente acotado por sus limitaciones, se extiende tanto como necesita, no privando en ningún momento de tiempo de juego y dando cortas pero interesantes y amenas escenas cinemáticas. Es decir, su guión no es brillante, pero nadie lo demanda.
Su jugabilidad, por otro lado, termina resultando excesivamente repetitiva. Y es que la monotonía de escenarios (la selva sudamericana) y situaciones (emboscadas constantes) terminan repercutiendo en contra del propio juego.


No obstante, quizás por su corta duración (lo cual no siempre es una desventaja) y por su intuitivo manejo, Uncharted termina siendo un juego la mar de entretenido, adictivo por momentos, y una cura de humildad para todos los que se emperran en promocionar cada juego que crean como una obra magna de la creatividad humana.


domingo, 18 de octubre de 2009

Música: In the Hall of the Mountain King (Peer Gynt)

Edvard Grieg





Para cerrar esta semana de la música, melodías que usted no debería silbar si visita Düsseldorf.

sábado, 17 de octubre de 2009

Música: Cello Concerto

Antonin Dvorak









viernes, 16 de octubre de 2009

Música: Alleluia and Fugue

Alan Hovhaness



jueves, 15 de octubre de 2009

Música: Flos Campi

Ralph Vaughan Williams

Seguimos con el compositor inglés, con un tema que fue utilizado en el remontaje de The Thief and The Cobbler. Mención especial al minuto 5:29 del segundo video.









miércoles, 14 de octubre de 2009

Música: The Running Set

Ralph Vaughan Williams

Mucho más energética que la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis, uno de los mejores trabajos de Vaughan Williams (una lista muy larga en verdad).



martes, 13 de octubre de 2009

Música: 'Antar' Symphony

Nikolai Rimsky-Koraskov


Para seguir con la semana de la música en El Blog Mortal 2.0, o algo así, La segunda sinfonía de Rimsky-Koraskov, "Antar", un gran trabajo que ha servido de inspiración para numerosas bandas sonoras, incluyendo las que Howard Shore compuso hace pocos años para la trilogía de El señor de los anillos. Atención al comienzo del primer movimiento, donde las similitudes entre las dos obras son más que evidentes.














lunes, 12 de octubre de 2009

Música: Little Birdie

Vince Guaraldi






Comienza la semana de la música en El Blog Mortal 2.0

viernes, 9 de octubre de 2009

Kiss Kiss Bang Bang

(2005)





Quien iba a decir que una de las mejores películas de cine negro recientes iba a venir del firmante de la entretenida (pero intrascendente) Arma Letal.


Shane Black, quien ya tuvo un pequeño papel en Depredador y fue guionista de la mitad de las películas de acción decente en los años 80, debutó en la dirección con esta película en la que la ambición se veía ya sólo en el reparto, que reunía al ex-alcohólico Robert Downey Jr. con el conflictivo Val Kilmer, como si Black no temiera un posible apocalipsis en medio del rodaje.
Pero el guionista sabía lo que se hacía, y no sólo supo controlar perfectamente a sus actores, sino que les sacó sus mejores actuaciones hasta el momento y los puso a plena disposición de un guión que echaba un vistazo al cine negro de una forma pocas veces vista.


Así, a la hora de realizar una actualización de las historias de Dashiell Hamett o Raymond Chandler, sobre el engaño y las traiciones, el cineasta no optó por una visión excesivamente respetuosa, sino por una actualización de su filosofía tanto el mundo moderno como al medio cinematográfico.


Black nos cuenta una historia de perdedores y tipos de sueños frustrados, envueltos en la sordidez del mundo (impresionante la referencia al abuso de menores), como quien expía sus demonios largamente encerrados y abre su alma al público; y lo hace, lejos de lo que cabría esperar de un debutante tardío y no demasiado brillante como guionista, con un uso del metalenguaje inusual.


El director utiliza una estructura hasta cierto punto de libro, como la división por capítulos y la voz en off, y se vale al mismo tiempo del lenguaje cinematográfico de forma no muy usual, con escenas alucinatorias (la hilarante resurrección final) y pausas en la cinta (sublime epílogo); lo cual, aunque en ocasiones no funcione tanto como debería, descubre no sólo a un tipo con buenas ideas, sino que además sabe cómo llevarlas a cabo.


Kiss Kiss Bang Bang termina siendo una película de género negro más inteligente de lo que cabe esperar y aunque no sea especialmente genial sí resulta entretenida y estimable.


miércoles, 7 de octubre de 2009

Pelham uno, dos, tres

(The Taking of Pelham One Two Three, 1974)





Hace un par de meses hablábamos de Asalto al tren Pelham 1 2 3. Y nunca está de más echar un vistazo a la fuente directa de inspiración. Aunque basada en una novela de John Godey, la película de Tony Scott toma gran parte de su guión (por no decir todo) de esta primera versión.
Pelham uno, dos, tres narra el secuestro de un vagón del metro de Nueva York y la negociación entre los criminales y el jefe de seguridad.


De la mano de Joseph Sargent, la película puede considerarse una de las iniciadores de la moda de secuestros. Secuestros de aviones, secuestros de barcos, secuestros de autobuses... Todas toman algo de sus predecesoras pero están muy por debajo de ellas.
Y eso que con Pelham uno, dos, tres no hablamos de ninguna obra maestra del cine, pero sí de una película entretenida, honesta y digna.


Así, si bien es cierto que el guión de Peter Stone cuenta con momentos algo simples u obvios, especialmente en una primera media hora en que los personajes repiten tres veces cada frase para que nadie la pase por alto, y se cuelan, así como el que no quiere la cosa, críticas bien poco sutiles hacia la política (un alcalde enfermo que no quiere salir de la cama); se compensan con otros muchos puntos positivos.


Estos detalles reprochables quedan en nada en una historia simple pero con sus buenos aciertos (el accidente de coche), un sentido del humor la mar de estimable (su antológico plano final) y unos protagonistas que no por sencillos pecan de simples, porque la película cuenta con un reparto de esos que pueden elevar una historia.


Los espléndidos actores que son Walter Matthau, Robert Shaw y Martin Balsam, entre muchos otros, dan a sus papeles una dignidad y un porte que los define y los hace realmente atractivos. Con el humor del primero, la determinación del segundo y el aspecto bonachón del tercero, Pelham uno, dos, tres consigue darnos esos personajes que, sin ser legendarios, sí que nos proporcionan unos buenos momentos y permanecen en nuestra memoria.


A diferencia del remake, que cree que dar un tono dramático a la cinta y mencionar repetidas veces a la mujer de tal o cual hace mejor una cinta, los encargados de esta primera versión parecen ser conscientes plenamente de sus limitaciones y optan por un tono mucho más distendido y menos ambicioso, pero no por ello peor.


Y aun a pesar de ese guión algo obvio o de un director irregular (la acción final del personaje de Shaw es probablemente el momento peor filmado de la cinta), lo cierto es que Pelham uno, dos, tres, en su afán de entretener con dignidad y dejar al espectador con una sonrisa de oreja a oreja, se convierte en una película que da gusto ver.



lunes, 5 de octubre de 2009

JFK

(1991)








JFK, como es obvio, habla del asesinato del presidente Kennedy desde el punto de vista de la investigación que lleva a cabo el fiscal de Nueva Orlean, James Garrison.
El asesinato de JFK es aun a día de hoy uno de los enigmas más intrigantes de la historia de la humanidad, rivalizando con la formula de la Coca Cola, y toda clase de teorías han surgido para explicar las múltiples conspiraciones que tuvieron lugar.


Desde el complejo plan de los malvados comunistas, hasta la presencia de su propio gobierno.
Lo que sí es cierto es que, parafraseando a Walter Matthau, probablemente ya no exista nadie que crea que Kennedy fue asesinado sólo por Lee Harvey Oswald. Más aun si hablamos de una época en la que cualquier persona que intentara cambiar las cosas era abatido a tiros (Robert Kennedy, Martin Luther King...), lo que nos lleva a concluir la existencia de un pobre sistema de seguridad o de unos conspiradores con muy poca imaginación.


Investigaciones de dudosa veracidad, testimonios encontrados, imposibilidades físicas... ¿Sabremos algún día quién estaba detrás del asesinato? Puede ser, pero les avanzo desde ya que esta película no parece acercarnos ni remotamente a la verdad.
Si hace unos días comentabamos la escrupulosa recreación de los hechos de Zodiac, hoy hablamos de todo lo contrario. Oliver Stone toma ciertos elementos de realidad y sobre ellos construye todas sus teorías y planteamientos. Y esto, tal cual, no es demasiado criticable.


El problema es que JFK da rumores nunca probados como hechos reales (las orgías de los malvados de turno), inventa personajes sobre los que justifica cualquier impedimento que surja en la investigación, grita “Conspiración” y “Encubrimiento gubernamental” sobre cualquier cosa que se interponga en su camino, justifica muertes naturales abriendo la posibilidad de envenenamiento (una escena eliminada implicaba que uno de los testigos fue inyectado... ¡con cáncer!) y, por último, nos lleva a un juicio final en que lo único que consigue probar es que el presidente fue, en efecto, asesinado, y que no murió por un catarro o algo así.


Pero Stone no acaba aquí, pues nos da una visión maniquea como pocas de los acontecimientos. En “Más allá de la cúpula del fracaso” Homer Simpson proponía a Mel Gibson incluir un perro con mirada aviesa para desviar las sospechas de los espectadores hacia el diabólico can. JFK tiene, más o menos, el mismo nivel de sutileza. Diálogos obvios y evidentes, miradas malvadas y un Joe Pesci tan hipertenso que en cualquier momento puede literalmente explotar.


Y, sin embargo, tengo sentimientos encontrados con respecto a esta película.
Stone imprime a la cinta un ritmo y una visceralidad (en el buen sentido de la palabra) que, aun consciente de sus agujeros y sus momentos de telefilme, me enganchan cada vez que la veo.
Olvidando todo lo que Stone pisotea y de su vil manipulación de los hechos, las cosas como son, JFK es una película extremadamente entretenida y bien hecha.


La fotografía de Robert Richardson, enormemente variada (los flashbacks con sus claroscuros), junto al estupendo montaje y la emocionante banda sonora de John Williams (uno de sus mejores trabajos), da una combinación que sólo se puede describir como memorable y que conforma un todo que otorga una aureola sobre la película y se disfruta sin necesidad de entender o fijarse en cada campo.


Así, con un reparto de estrellas (encabezadas por un sosisimo Kevin Costner) que se ven obligadas a recitar los diálogos más obvios que Stone podía pensar, JFK es enteramente salvada por la labor del director y sus colaboradores. Y si son capaces ustedes de dejar de lado cualquier afición por la veracidad, se convierte en una película enormemente disfrutable y con un ritmo que no decae en (casi) ningún momento de sus más de tres horas de duración.



domingo, 4 de octubre de 2009

El cerebro de un millón de dólares

(Billion Dollar Brain, 1967)





Aunque Michael Caine firmó para cinco películas de Harry Palmer, todas las cuales iban a estar basadas en novelas de Len Deighton, su reticencia a hacer una cuarta convenció a Harry Saltzman para dejarle ir, haciendo de El cerebro de un millón de dolares la última película del espía británico.
En los años 90, se realizarían dos coproducciones entre Canadá, Inglaterra y Rusia, rescatando al personaje, con mucho menor acierto.
Harry Palmer se ha retirado del servicio de inteligencia inglés, cuando recibe la visita de un viejo amigo, que le habla de un coronel texano que pretende librar a los países nórdicos de Europa del comunismo invasor.


Para esta última aventura, el testigo de la dirección pasa del Furie de Ipcress y el Hamilton de Funeral en Berlín a Ken Rusell, quien dota a la película de un tono completamente nuevo y mucho más excesivo.
Y es que ya desde sus títulos de crédito uno sabe, por la maravillosa partitura musical de Richard Rodney Bennet (un tema legendario), que la película va a ir más allá que las anteriores, aunque en el fondo siga conservando toda su esencia.


El sentido del humor sigue presente en el personaje de Harry Palmer así como su carácter y su habilidad para meterse en toda clase de situaciones complejas de las que prácticamente saldrá escaldado (especialmente, en su dramático final), pero ahora todo está amplificado con la llegada de los amigos americanos.


De la mano de un siempre genial Karl Malden (atención a la escena con el rifle en la iglesia) y un descontrolado (y, por tanto, prodigioso) Ed Begley, la película nos lleva a la paranoia anticomunista y nos presenta una versión atípica del tradicional malo Bond, aquí más loco que una cabra, menos brillante que un guisante y rodeado de toda clase de bizarros elementos (el ordenador superdotado). Y todo nos conduce a una media hora final que sólo puede ser descrita como un delirante y bizarro espectáculo que pone un punto final absoluto a la vida cinematográfica del agente británico.


Así, El cerebro de un millón de dolares camina perfectamente, como Ipcress y Funeral en Berlín, entre el misterio, la comedia (negra) y el drama; y nos deja verdaderos momentos para el recuerdo. Un más que digno final a la saga de Harry Palmer.


viernes, 2 de octubre de 2009

Funeral en Berlín

(Funeral in Berlin, 1966)





Por supuesto, tras la buena recepción de Ipcress, que acarreó premios hasta para el director despedido, era cuestión de tiempo que Harry Saltzman decidiera lanzar una secuela. Cuestión de muy poco tiempo, pues Funeral en Berlín se estrenó apenas un año después, y nos muestra al agente del gobierno británico Harry Palmer, que se ve obligado a ir ahora a Berlín, donde un coronel ruso ha expresado su deseo de cruzar el célebre muro.


Del mismo modo que Saltzman no quería ir a lo fácil y repetir la formula en Ipcress, a la hora de producir Funeral en Berlín dejó todo en manos de un equipo de técnicos (casi) nuevo y, curiosamente, recurrió a un recién salido de la saga Bond, Guy Hamilton, autor de la que probablemente sea la mejor película del agente 007, Goldfinger.


Así, Funeral en Berlín adopta un estilo menos peculiar que el de su predecesora (Otto Heller, director de fotografía, hace un trabajo radicalmente distinto pero igualmente notable), sin traicionar en ningún momento su espíritu y recordándonos a otros clásicos del cine de espías. Y si John Barry se inspiró en El tercer hombre para componer la banda sonora de la primera película, ahora es la historia de Funeral en Berlín la que nos recuerda a la magnífica película de Carol Reed, salvando las distancias.


Nuevamente, Michael Caine da vida con su magnífica eficiencia al agente Harry Palmer, que sigue encontrándose con los mismos problemas, ahora secundado por unos estupendos Oskar Homolka y Hugh Burden, y mantiene siempre ese tono de humor negro y cierta pesadumbre.
Rodeado de acertijos y laberintos, el agente inglés está lejos de desenvolverse como héroe de acción y de nuevo se ve envuelto en escenas brillantemente ideadas (el magnífico momento de la apertura del ataúd), con un tono sórdido y corrupto por parte de buenos y malos (el ahogamiento en el piso del anciano), y termina exponiendo su drama como persona (su final), acompañado siempre de la magnifica partitura musical de Konrad Elfers.


Así, con un estilo marcadamente diferente al de Ipcress, Funeral en Berlín se erige como una película levemente inferior a la original, pero igualmente cargada de misterio, ingenio y drama. Una película de espías de esas que da gusto ver.


Harry Palmer se enfrenta a El cerebro de un millón de dólares