Por supuesto, tras la buena recepción de Ipcress, que acarreó premios hasta para el director despedido, era cuestión de tiempo que Harry Saltzman decidiera lanzar una secuela. Cuestión de muy poco tiempo, pues Funeral en Berlín se estrenó apenas un año después, y nos muestra al agente del gobierno británico Harry Palmer, que se ve obligado a ir ahora a Berlín, donde un coronel ruso ha expresado su deseo de cruzar el célebre muro.
Del mismo modo que Saltzman no quería ir a lo fácil y repetir la formula en Ipcress, a la hora de producir Funeral en Berlín dejó todo en manos de un equipo de técnicos (casi) nuevo y, curiosamente, recurrió a un recién salido de la saga Bond, Guy Hamilton, autor de la que probablemente sea la mejor película del agente 007, Goldfinger.
Así, Funeral en Berlín adopta un estilo menos peculiar que el de su predecesora (Otto Heller, director de fotografía, hace un trabajo radicalmente distinto pero igualmente notable), sin traicionar en ningún momento su espíritu y recordándonos a otros clásicos del cine de espías. Y si John Barry se inspiró en El tercer hombre para componer la banda sonora de la primera película, ahora es la historia de Funeral en Berlín la que nos recuerda a la magnífica película de Carol Reed, salvando las distancias.
Nuevamente, Michael Caine da vida con su magnífica eficiencia al agente Harry Palmer, que sigue encontrándose con los mismos problemas, ahora secundado por unos estupendos Oskar Homolka y Hugh Burden, y mantiene siempre ese tono de humor negro y cierta pesadumbre.
Rodeado de acertijos y laberintos, el agente inglés está lejos de desenvolverse como héroe de acción y de nuevo se ve envuelto en escenas brillantemente ideadas (el magnífico momento de la apertura del ataúd), con un tono sórdido y corrupto por parte de buenos y malos (el ahogamiento en el piso del anciano), y termina exponiendo su drama como persona (su final), acompañado siempre de la magnifica partitura musical de Konrad Elfers.
Así, con un estilo marcadamente diferente al de Ipcress, Funeral en Berlín se erige como una película levemente inferior a la original, pero igualmente cargada de misterio, ingenio y drama. Una película de espías de esas que da gusto ver.
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