miércoles, 7 de octubre de 2009

Pelham uno, dos, tres

(The Taking of Pelham One Two Three, 1974)





Hace un par de meses hablábamos de Asalto al tren Pelham 1 2 3. Y nunca está de más echar un vistazo a la fuente directa de inspiración. Aunque basada en una novela de John Godey, la película de Tony Scott toma gran parte de su guión (por no decir todo) de esta primera versión.
Pelham uno, dos, tres narra el secuestro de un vagón del metro de Nueva York y la negociación entre los criminales y el jefe de seguridad.


De la mano de Joseph Sargent, la película puede considerarse una de las iniciadores de la moda de secuestros. Secuestros de aviones, secuestros de barcos, secuestros de autobuses... Todas toman algo de sus predecesoras pero están muy por debajo de ellas.
Y eso que con Pelham uno, dos, tres no hablamos de ninguna obra maestra del cine, pero sí de una película entretenida, honesta y digna.


Así, si bien es cierto que el guión de Peter Stone cuenta con momentos algo simples u obvios, especialmente en una primera media hora en que los personajes repiten tres veces cada frase para que nadie la pase por alto, y se cuelan, así como el que no quiere la cosa, críticas bien poco sutiles hacia la política (un alcalde enfermo que no quiere salir de la cama); se compensan con otros muchos puntos positivos.


Estos detalles reprochables quedan en nada en una historia simple pero con sus buenos aciertos (el accidente de coche), un sentido del humor la mar de estimable (su antológico plano final) y unos protagonistas que no por sencillos pecan de simples, porque la película cuenta con un reparto de esos que pueden elevar una historia.


Los espléndidos actores que son Walter Matthau, Robert Shaw y Martin Balsam, entre muchos otros, dan a sus papeles una dignidad y un porte que los define y los hace realmente atractivos. Con el humor del primero, la determinación del segundo y el aspecto bonachón del tercero, Pelham uno, dos, tres consigue darnos esos personajes que, sin ser legendarios, sí que nos proporcionan unos buenos momentos y permanecen en nuestra memoria.


A diferencia del remake, que cree que dar un tono dramático a la cinta y mencionar repetidas veces a la mujer de tal o cual hace mejor una cinta, los encargados de esta primera versión parecen ser conscientes plenamente de sus limitaciones y optan por un tono mucho más distendido y menos ambicioso, pero no por ello peor.


Y aun a pesar de ese guión algo obvio o de un director irregular (la acción final del personaje de Shaw es probablemente el momento peor filmado de la cinta), lo cierto es que Pelham uno, dos, tres, en su afán de entretener con dignidad y dejar al espectador con una sonrisa de oreja a oreja, se convierte en una película que da gusto ver.



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