Bueno, como el año pasado (que, dicho sea lo cual, no fue muy pródigo en buen cine) dejé este blog medio abandonado, y este año pretendo medio recuperarlo, aquí va un breve comentario de las películas nominadas a los Oscar que se celebran hoy, en orden de preferencia.

La red social
Cuando David Fincher hizo El curioso caso de Benjamín Button, un aburrido, pretencioso y manido drama con elementos históricos, de esos que gustan a todos los académicos del mundo, consiguió hacerse visible en los Oscar. Si Seven, El club de la lucha o Zodiac se estrenaran ahora, sin duda tendrían más relevancia en estos premios de la que tuvieron en su día (menospreciados por ser “simples” thrillers).
Hablando concretamente de La red social, el guión de Aaron Sorkin retrata un hecho real de la forma más interesante posible. Y es que es difícil no caer en el tópico, y aunque La red social lo haga, es rescatada por el mismo Fincher.
Su dirección no solo tiene un gran poderío visual (los créditos iniciales con los exteriores de Harvard), sino que cuida todos los elementos de la película con esmero:
La maravillosa fotografía de Jeff Cronenweth que contribuye a dar el tono a cada escena.
La música de Trent Reznor y Atticus Ross está muy lejos de ser brillante por si sola, pero sirve un indudable propósito en la película y lo cumple (ahora, si esta es una de las mejores bandas sonoras del año, que Dios nos asista).
Los actores están todos magníficos. No solo por Jesse Eisenberg (merecidamente nominado), sino por Andrew Garfield, Max Minghella, Armie Hammer (en la tarea de encarnar a gemelos, ahí es nada) y Justin Timberlake (que, así como el que no quiere la cosa, se ha convertido en un actor la mar de competente).
El resultado final es una película con un ritmo trepidante (sus más de dos horas pasan en un suspiro), una magnifica recreación del ambiente universitario y un plantel de personajes imbéciles que, sorpresa, no se cargan la película,

Toy Story 3
Después de una segunda parte decepcionante, que más que llevar la historia a otro nivel buscaba repetir lo mismo otra vez, Toy Store 3 hace evolucionar la historia a la madurez y la lleva con elegancia y emotividad, tomando como idea el abandono de los juguetes.
Su presencia en la categoría de mejor película resulta desconcertante y deja en evidencia una de los cambios más cuestionable de la academia en los últimos años: la categoría de mejor película de animación.
Cuando ya quedó claro que este premio no valoraba la animación sino la película como conjunto (razón por la que Final Fantasy, un enorme logro de animación y un bluf de argumento, se quedó fuera), la propia categoría se invalido, al ser una declaración de la academia de que una película de animación es, endémicamente, peor que una película de imagen real. La entrada de Toy Store 3 en la categoría de mejor película (además de película animada) termina de confirmar esta posición.

Cómo entrenar a tu dragón
Enternecedora regresión a la infancia, doblemente impresionante por venir de Dreamworks, el estudio cuya película más digna hasta la fecha trataba de un panda dándose hostias. Los responsables de Lilo & Stitch dan una aventura de las de toda la vida, divertida, emotiva y muy bien hecha.
Nominada a mejor película de animación pero no a mejor película en general, marca la primera nominación del compositor John Powell, tipo simpático pero no especialmente brillante.

127 horas
Danny Boyle no solo es un pintor de brocha gorda, sino que es bueno siéndolo.
En Slumdog Millionaire ya consiguió sumirnos en medio de la India con una banda sonora machacona (Rahman repite su labor en 127 horas), una fotografía contrastada, unos movimientos de cámara delirantes y, en general, mucho ruido. Curiosamente, lo consiguió.
En 127 horas repite la jugada y vuelve a salir airoso, superando incluso las escenas más escabrosas y dando un guión acertado, que no se limita a la hora de entrar y salir de la situación, pero que tampoco depende de los flashbacks y visiones (estos se administran brevemente y sirven como pinceladas del pasado del propio protagonista más que como escenas interminables).
Al igual que Fincher, después de Slumdog Millionaire, Boyle va a aparecer un tipo de obligada presencia en las galas (como le suece de a Rahman), si bien es cierto que el giro reciente que ha dado su carrera ha conseguido separarle de su tono anterior, más irregular (en el que alteraba películas interesantes como 28 días después con catástrofes de la naturaleza como Sunshine).
Y, por supuesto, de obligada mención es James Franco, que carga con el peso de la película y lo hace estupendamente (aunque, nuevamente, podría haber hecho algo mediocre, que es probable que el propio papel le hubiera conseguido la nominación).

El ilusionista
Silvain Chomet, director de Bienvenidos a Belleville nos da su segunda película, también de animación y buscando algo diferente a lo habitual. Tomando como punto de partida una historia de Jacques Tati, el director francés hace una película de animación muda tierna pero muy agridulce, no para todos los gustos.
Nuevamente, nominada a mejor película de animación cuando se superior a otras presentes en otras categorías.

Origen
La confirmación de la academia de que escucha al público y comparte con él su admiración por Christopher Nolan.
Y no tendría sentido no reconocer que Origen es una película condenadamente entretenida, con una banda sonora efectiva (aunque de nominación cuestionable), con una buena fotografía y una premisa argumental muy elaborada.
El problema es que el desarrollo del guión la convierte en una película con más similitudes con una de Bond que con 2001 (como muchos quieren pensar), porque Origen es una película con una buena idea, pero con unos diálogos de traca y una insistencia casi insultante. En otras palabras, si alguien no entiende esta película o busca locas teorías a su (muy cachondo) corte final, quizás debería masticar las palomitas con más silencio.

Valor de ley
Los Coen readaptan el libro clásico y, para sorpresa de todos, deciden hacer un western clásico, de esos de toda la vida.
Alejándose del planteamiento de su brillante No es país para viejos (cuyo estilo narrativo habría resultado muy interesante), los directores deciden seguir todos los convencionalismos del género, con la ayuda del siempre magnífico director de fotografía Roger Deakins,, el limitado compositor Carter Burwell (que trata de hacer un homenaje y se cae con todo el equipo) y un correcto reparto (incluyendo a un Jeff Bridges con un cartel colgado que dice “Quiero una nominación”).
Se ha dicho mucho: Valor de ley es una película pequeña en la filmografía de los Coen y como tal resulta tan entretenida como olvidable y algo fuera de lugar en unos premios a lo mejor del año.

Cisne negro
Próximamente, en El chispeante blog del tipo llamado Bob.

La red social
Cuando David Fincher hizo El curioso caso de Benjamín Button, un aburrido, pretencioso y manido drama con elementos históricos, de esos que gustan a todos los académicos del mundo, consiguió hacerse visible en los Oscar. Si Seven, El club de la lucha o Zodiac se estrenaran ahora, sin duda tendrían más relevancia en estos premios de la que tuvieron en su día (menospreciados por ser “simples” thrillers).
Hablando concretamente de La red social, el guión de Aaron Sorkin retrata un hecho real de la forma más interesante posible. Y es que es difícil no caer en el tópico, y aunque La red social lo haga, es rescatada por el mismo Fincher.
Su dirección no solo tiene un gran poderío visual (los créditos iniciales con los exteriores de Harvard), sino que cuida todos los elementos de la película con esmero:
La maravillosa fotografía de Jeff Cronenweth que contribuye a dar el tono a cada escena.
La música de Trent Reznor y Atticus Ross está muy lejos de ser brillante por si sola, pero sirve un indudable propósito en la película y lo cumple (ahora, si esta es una de las mejores bandas sonoras del año, que Dios nos asista).
Los actores están todos magníficos. No solo por Jesse Eisenberg (merecidamente nominado), sino por Andrew Garfield, Max Minghella, Armie Hammer (en la tarea de encarnar a gemelos, ahí es nada) y Justin Timberlake (que, así como el que no quiere la cosa, se ha convertido en un actor la mar de competente).
El resultado final es una película con un ritmo trepidante (sus más de dos horas pasan en un suspiro), una magnifica recreación del ambiente universitario y un plantel de personajes imbéciles que, sorpresa, no se cargan la película,

Toy Story 3
Después de una segunda parte decepcionante, que más que llevar la historia a otro nivel buscaba repetir lo mismo otra vez, Toy Store 3 hace evolucionar la historia a la madurez y la lleva con elegancia y emotividad, tomando como idea el abandono de los juguetes.
Su presencia en la categoría de mejor película resulta desconcertante y deja en evidencia una de los cambios más cuestionable de la academia en los últimos años: la categoría de mejor película de animación.
Cuando ya quedó claro que este premio no valoraba la animación sino la película como conjunto (razón por la que Final Fantasy, un enorme logro de animación y un bluf de argumento, se quedó fuera), la propia categoría se invalido, al ser una declaración de la academia de que una película de animación es, endémicamente, peor que una película de imagen real. La entrada de Toy Store 3 en la categoría de mejor película (además de película animada) termina de confirmar esta posición.

Cómo entrenar a tu dragón
Enternecedora regresión a la infancia, doblemente impresionante por venir de Dreamworks, el estudio cuya película más digna hasta la fecha trataba de un panda dándose hostias. Los responsables de Lilo & Stitch dan una aventura de las de toda la vida, divertida, emotiva y muy bien hecha.
Nominada a mejor película de animación pero no a mejor película en general, marca la primera nominación del compositor John Powell, tipo simpático pero no especialmente brillante.

127 horas
Danny Boyle no solo es un pintor de brocha gorda, sino que es bueno siéndolo.
En Slumdog Millionaire ya consiguió sumirnos en medio de la India con una banda sonora machacona (Rahman repite su labor en 127 horas), una fotografía contrastada, unos movimientos de cámara delirantes y, en general, mucho ruido. Curiosamente, lo consiguió.
En 127 horas repite la jugada y vuelve a salir airoso, superando incluso las escenas más escabrosas y dando un guión acertado, que no se limita a la hora de entrar y salir de la situación, pero que tampoco depende de los flashbacks y visiones (estos se administran brevemente y sirven como pinceladas del pasado del propio protagonista más que como escenas interminables).
Al igual que Fincher, después de Slumdog Millionaire, Boyle va a aparecer un tipo de obligada presencia en las galas (como le suece de a Rahman), si bien es cierto que el giro reciente que ha dado su carrera ha conseguido separarle de su tono anterior, más irregular (en el que alteraba películas interesantes como 28 días después con catástrofes de la naturaleza como Sunshine).
Y, por supuesto, de obligada mención es James Franco, que carga con el peso de la película y lo hace estupendamente (aunque, nuevamente, podría haber hecho algo mediocre, que es probable que el propio papel le hubiera conseguido la nominación).

El ilusionista
Silvain Chomet, director de Bienvenidos a Belleville nos da su segunda película, también de animación y buscando algo diferente a lo habitual. Tomando como punto de partida una historia de Jacques Tati, el director francés hace una película de animación muda tierna pero muy agridulce, no para todos los gustos.
Nuevamente, nominada a mejor película de animación cuando se superior a otras presentes en otras categorías.

Origen
La confirmación de la academia de que escucha al público y comparte con él su admiración por Christopher Nolan.
Y no tendría sentido no reconocer que Origen es una película condenadamente entretenida, con una banda sonora efectiva (aunque de nominación cuestionable), con una buena fotografía y una premisa argumental muy elaborada.
El problema es que el desarrollo del guión la convierte en una película con más similitudes con una de Bond que con 2001 (como muchos quieren pensar), porque Origen es una película con una buena idea, pero con unos diálogos de traca y una insistencia casi insultante. En otras palabras, si alguien no entiende esta película o busca locas teorías a su (muy cachondo) corte final, quizás debería masticar las palomitas con más silencio.

Valor de ley
Los Coen readaptan el libro clásico y, para sorpresa de todos, deciden hacer un western clásico, de esos de toda la vida.
Alejándose del planteamiento de su brillante No es país para viejos (cuyo estilo narrativo habría resultado muy interesante), los directores deciden seguir todos los convencionalismos del género, con la ayuda del siempre magnífico director de fotografía Roger Deakins,, el limitado compositor Carter Burwell (que trata de hacer un homenaje y se cae con todo el equipo) y un correcto reparto (incluyendo a un Jeff Bridges con un cartel colgado que dice “Quiero una nominación”).
Se ha dicho mucho: Valor de ley es una película pequeña en la filmografía de los Coen y como tal resulta tan entretenida como olvidable y algo fuera de lugar en unos premios a lo mejor del año.

Cisne negro
Próximamente, en El chispeante blog del tipo llamado Bob.