La producción:
Introducción/Preproducción: En los 10 años de preparación, un musical con Peter O'Toole y Peter Sellers fue una posibilidad.
Rodaje: Decorados espectaculares, atrezzo en el fondo del Lago Ness e intentos de suicidio.Postproducción: Los 200 minutos de la versión de Wilder son reducidos a 125.
La película:
Sinfonía en cuatro movimientos. Fragmentos eliminados
Sinfonía en cuatro movimientos. Fragmentos conservados
Resumen de la versión original de 200 minutos, incluyendo las cuatro historias, el flashback y la introducción.
Fantasía sobre un personaje de Conan Doyle I
Fantasía sobre un personaje de Conan Doyle II
Opinión del abajo firmante
INTRODUCCIÓN
SOME LIKE IT HOLMES
SOME LIKE IT HOLMES
Sherlock Holmes, que Arthur Conan Doyle basó en el doctor Joseph Bell, es el personaje más adaptado, tanto a películas, como a series y videojuegos. Lógicamente, en este panorama coexisten obras enormemente fieles (Las aventuras de Sherlock Holmes de Granada Television) con delirios que toman al personaje como lejana inspiración (El secreto de la pirámide).
La vida privada de Sherlock Holmes (The private life of Sherlock Holmes, 1970) se encuentra a medio camino entre ambos polos y podría considerarse, si no la mejor adaptación, sin duda la película más redonda e interesante que haya salido del universo holmesiano de Conan Doyle. ¿O quizás deberíamos hablar del de Billy Wilder e I.A.L. Diamond? La obra constituye la vigésima primera película de su director, la centésima vigésima octava basada en el detective de Baker Street y supone una conjugación del brillante talento deductivo y la personalidad del detective con el mejor humor (y drama) que pueden proporcionarnos Wilder y Diamond.
La historia de amor entre director y personaje surgió en la juventud del primero, cuando leyó las aventuras de Sherlock Holmes traducidas al alemán y quedó fascinado (o, al menos, interesado) por esa curiosa personalidad. “¿Había algo en su vida que le dolía? (…) ¿Odiaba a las mujeres? ¿Por qué tomaba drogas?”
Desde que debutó en el cine en solitario con El mayor y la menor (The Major and the minor, 1942), Wilder se había ido labrando una bien merecida fama con películas tan redondas como diversas. Desde la comedia con Un, Dos, Tres (One, Two, Three; 1961), hasta el drama con El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), pasando por el biópic de El héroe solitario (The Spirit of St. Louis, 1957), el cine negro con Perdición (Double Indemnity, 1944), películas bélicas como Traidor en el infierno (Stalag 17, 1953) y de intriga con Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957). Nada se resistía a Wilder y colaboradores, siendo los dos más destacados Charles Brackett en algunas de sus primeras películas y Diamond en gran parte de las siguientes.
A finales de los años 50 y comienzos de los 60, Wilder vivía un gran momento profesional, con dos de sus películas más reconocidas, la hilarante Con faldas y a lo loco (Some Like it Hot, 1959) y la magnífica El apartamento (The Apartment, 1960). Fue entonces, o de eso hay constancia, cuando Conan Doyle volvió a su memoria.
Wilder comenzó así a preparar la que sería una de sus próximas películas: una ambiciosa adaptación del personaje de Sherlock Holmes. Ambiciosa tanto en recursos, por la recreación histórica que conllevaba, como en intenciones, pues aquella no iba a ser una simple historia de misterio. Wilder buscaba una película perfecta en todos los sentidos, “no le importaba cuánto se tardara en hacerla”, según declaraciones del actor Robert Stephens. Las intenciones eran hacer lo que se conoce como un roadshow film, como Lawrence de Arabia y Sonrisas y lagrimas: películas ambiciosas con obertura e intermedio y proyectadas en un número limitado de cines.
La perspectiva a la hora de enfrentarse a esta adaptación era explorar todos esos aspectos que le habían fascinado. Holmes era “un adicto y un misógino y con todas las películas que se han hecho sobre él, nadie ha explicado por qué. Quiero cambiar su imagen. Seguirá siendo alto, ascético y cerebral, pero será real”. Esto se complementaría con el personaje de Watson, cuya relación con el detective fue definida por Wilder como “una situación parecida a la de La extraña pareja, aunque con un telón de fondo victoriano: dos solteros que viven juntos.” Es decir, una “historia de amor entre dos hombres”.
Wilder quería llevar al personaje de Conan Doyle a su mundo, explorar una creación ajena con su particular visión, huyendo de lo simple, que habría sido realizar una película de detectives al uso, para hacerla “divertida y romántica”.
¿Qué sucedió finalmente con la ambiciosa visión de Billy Wilder? El maniático perfeccionismo del director y su máxima atención al detalle no pudo impedir que la película fuera mutilada en el montaje, siendo la versión que ha llegado a nuestros días 80 minutos más corta de la inicial.
PREPRODUCCIÓN
10 AÑOS DE PREPARACIÓN
10 AÑOS DE PREPARACIÓN
Que Billy Wilder no es un director previsible es algo que debería estar claro. Habiendo él mostrado su disgusto con su película más típica (pero no exenta de valor), El héroe solitario, por ser un biópic en al que no pudo dar el toque personal que le habría gustado, podemos concluir que no era la clase de persona que aceptaría realizar otra adaptación de Sherlock Holmes sin convertirla en una película con personalidad.
Tanto es así, que su primera idea de adaptar el personaje de Conan Doyle, a comienzos de los 60, era mediante una película musical. Tras el éxito de My Fair Lady (1964), Alan Jay Lerner (letras) y Frederick Loewe (música) estaban en la mente de Wilder como colaboradores indispensables de su obra, al igual que Peter O'Toole y Peter Sellers. O'Toole, que había saltado a la fama por su papel en Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), encarnaría al Holmes. Sellers, que apareció en la versión de Stanley Kubrick de Lolita (1962), sería Watson.
En 1963 la idea del musical fue desechada y el director comenzó a trabajar en lo que llamó “un estudio serio de Holmes”, aclarando años después que no pretendía realizar un “análisis freudiano”. Ahora se encontraba frente a una ambiciosa producción, en la linea del cine más épico de David Lean, aunque desde un prisma puramente wilderiano. Obviamente, Lerner y Loewe no tendrían ninguna implicación. No así O'Toole y Sellers, que seguirían vinculados a la producción.
En 1967, Wilder y su inseparable colaborador Diamond comenzaron a escribir el borrador de una historia que ya habían ido ideando desde el comienzo de la década. “No quería hacer un remake de El perro de los Baskerville. No creo que sea pretencioso si digo que he estructurado la película en cuatro partes, como una sinfonía: una para el drama, otra para la comedia, una para la farsa y la otra para el romance”. Así, La vida privada de Sherlock Holmes era una obts formada por cuatro historias distintas e independientes, una película por episodios.
Terminado el borrador, Diamond fue a escribir Flor de cactus (Cactus Flower, 1969) y Wilder comenzó a buscar colaboradores que le ayudaran a escribir el guión. Harry Kurnitz, que ya había trabajado con él en Testigo de cargo, y John Mortimer, que estaría nominado al Globo de Oro por John y Mary (John and Mary, 1969), estuvieron en algún momentos implicados, pero terminaron marchándose por diferencias creativas. Wilder recibió con las brazos abiertos a su viejo colaborador una vez terminó de escribir el otro guión.
El guión final alcanzaría las 260 páginas y, tal y como dijo el compositor Miklós Rózsa, “tenía la imaginación y el encanto de las mejores películas de Wilder y yo estaba convencido de que esta iba a ser la mejor de todas”.
La búsqueda del reparto se intensificó una vez se cayeron O'Toole y Sellers, quien también había intentado colaborar con el director en Bésame, tonto (Kiss Me, Stupid, 1964). Wilder buscaba un reparto solido, no necesariamente conocido. Rex Harrison para el papel de Sherlock Holmes y George Sanders para el de su misterioso hermano Mycroft fue un escenario posible. Igualmente, la actriz Jeanne Moreau mostró su interés en interpretar al personaje femenino, pero fue rechazada por el propio Wilder.
El papel de Mycroft recaería sobre el célebre Christopher Lee, actor que había interpretado al detective de Baker Street en tres ocasiones, quedando insatisfecho con el resultado de todas ellas.
El papel de Watson pasó del cómico Sellers al más moderado Colin Blakely, de la National Theatre Company de Laurence Olivier. En opinión del montador, Ernest Walter, era el Watson perfecto.
A los fichajes de los actores John Williams y George Benson, en papeles que serían eliminados del montaje final, cabe añadir el de Geneviève Page, que ya había tenido un papel destacado en El Cid (1961).
¿Y Sherlock Holmes?
En 1968, Billy Wilder se encontraba en el hotel Connaught de Londres, donde habló con Robert Stephens, también de la National Theatre, durante 20 minutos. Sin tan siquiera pasar una prueba, Stephens obtuvo el papel. “Lo que es bueno para Larry Olivier también es bueno para mí”, pensó Wilder.
Su relación terminó siendo una de mutuo respeto. Stephens dijo en aquel entonces “soy uno de los mayores admiradores de Billy Wilder. Y también mi esposa. Y mi sastre”. Wilder, por su parte, consideraba que “Stephens era un hombre maravilloso. (...) Creo que se parecía al aspecto que debía tener Sherlock Holmes. Era un hombre muy afectuoso”. Pero esta no sería una relación perfecta.
Antes de comenzar el rodaje, Billy Wilder y su esposa dieron una fiesta. Durante el transcurso de ésta, Jack Lemmon, amigo del director, se acercó a Stephens y le advirtió de en qué se metía trabajando con Wilder. Pero ninguno de los dos sospechaba hasta dónde llegaría la situación.
EL RODAJE
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