lunes, 29 de junio de 2009

La vida privada de Sherlock Holmes (IV)

Anteriormente: Parte III: Postproducción


SINFONÍA EN CUATRO MOVIMIENTOS: FRAGMENTOS ELIMINADOS
El montaje inicial de La vida privada de Sherlock Holmes estaba constituido de cuatro historias diferentes, precedidas de un pequeño prólogo, en lo que Billy Wilder llamaba una “sinfonía en cuatro movimientos”. Tras ser eliminadas de la película, dos de las historias y el prólogo quedaron destruidos, lo que hace imposible la recuperación del montaje original. Aun así, pequeños fragmentos se han salvado y, con ayuda del guión, permiten hacerse una idea de cómo era esa sinfonía inicial. El orden en que dichas historias estaban montadas no está claro y varía en función de las fuentes, de modo que presentaremos aquí un orden distinto del que puede figurar en otros sitios y que sitúa la mayoría de las escenas perdidas (todas menos una de un par de minutos de duración) en la primera mitad de la película, antes de los fragmentos que compusieron el montaje final.


PRÓLOGO
El montaje original de La vida privada de Sherlock Holmes comenzaba exactamente igual que el montaje final, con un plano de la placa del Banco Cox & Co., en la cual vemos reflejados dos célebres autobuses rojos ingleses, que nos llevan a concluir que no nos encontramos en la Inglaterra victoriana, sino en el mismo año 1969.


El montaje final presentaba esta imagen con la voz en off del doctor Watson leyendo su testamento, en el que hablaba de una caja en el banco con recuerdos de su relación con Sherlock Holmes, incluyendo un determinado número de relatos que no fueron publicados en su día por su carácter demasiado privado. Dos personas uniformadas entran en el almacén y abren una caja. Comienzan los títulos de crédito, con la música de Miklós Rózsa, durante los cuales vemos cómo se van extrayendo diferentes elementos icónicos del universo holmesiano, mezclados con otros particulares aportados por Wilder. Así, encontramos la pipa, el sombrero, la lupa, la aguja hipodérmica, una partitura musical... Junto a éstos, están una fotografía de la mujer que aparecerá más tarde en el relato y una carta, el siete de diamantes, que posteriormente sería vital en un fragmento eliminado. Los créditos terminan con una bola de nieve de la reina Victoria, que tendrá qué decir en la historia, y dan paso a un montón de hojas con la historia que el doctor Watson comienza a leer.

El montaje inicial profundizaba mucho más en esto y lo hacía como sustituto a los títulos. Tras la insignia del Banco Cox & Co., pasamos a un taxi, del cual se baja el Dr. Watson, nieto del original, interpretado por un Colin Blakely teñido y sin bigote. En las oficinas encontramos al director del banco, Havelock-Smith (John Williams), y su ayudante, Cassidy. Ambos reciben al doctor, que ha recibido una carta comunicándole que, de acuerdo a la última voluntad de su abuelo, existe una caja que le corresponde. Havelock-Smith y Watson entabla una conversación en la que descubrimos que el segundo es un veterinario afincado en Canadá que pensaba en cambiar su apellido, al ser siempre perseguido por el molesto “Elemental, querido Watson”. En ese momento, el director se confiesa fiel admirador de las aventuras de Conan Doyle y miembro de la Sherlock Holmes Society. La conversación termina derivando en comparaciones con James Bond. Así, mientras Watson y Cassidy, ambos jóvenes, son fervientes seguidores de la creación de Ian Fleming, Havelock-Smith, mayor que ellos, no dudará en calificarlo como basura sensacionalista.


Al abrir la caja, descubren que está llena de los recuerdos vistos en los créditos de la otra versión. Havelock-Smith, frente a la indiferencia de sus dos acompañantes, no cabe en sí de gozo, examinando todos los artilugios y llegando a soltar el casi obligado “Elemental, querido Watson”. Su emoción incrementa al ver un manuscrito de material no publicado. La voz en off del Watson original entra para leer un texto que también aparece en la versión cinematográfica y que aquí nos introduce en una historia que sería casi en su totalidad eliminada.


THE CURIOUS CASE OF THE UPSIDE DOWN ROOM
(EL CURIOSO CASO DE LA HABITACIÓN BOCABAJO)
Es 12 de Agosto de 1887 y Holmes y Watson viajan en tren. Vuelven de haber resuelto el caso del asesinato del Coronel Abernathy, hecho que también se comenta en la versión final, pero cuya resolución es distinta aquí, aunque igualmente imposible y exagerada.
La puerta del compartimento se abre y un hombre entra, en un estado visiblemente alterado. Se sienta junto al doctor Watson y se queda dormido. Las dotes deductivas de Holmes aparecen cuando explica que el individuo es un profesor de canto residente en Napoles que saltó de la ventana del segundo piso de casa de Lord Rosendale, tras encontrarle éste con su mujer. Ante la incredulidad de Watson, Holmes pronuncia la celebre frase “Ves, pero no observas” y pasa a explicar con meticulosidad los indicios que le han llevado a su conclusión mediante el razonamiento deductivo. Para probar que tiene razón, al entrar en un túnel y quedar todo completamente oscuro, imita la voz de Lord Rosendale, lo que hace que el italiano entre en pánico. Al salir del túnel, el hombre no está. “Parece ser que por segunda vez hoy, nuestro amigo italiano a saltado por la ventana”. Ante la absoluta desaprobación de Watson, Holmes cierra los ojos y echa una siesta.


La película nos lleva a la llegada de Holmes y Watson a Baker Street, escena que sí se ve en el montaje cinematográfico. Obviamente, la voz en off no es la misma. Aquí, Watson expresa su absoluto descontento con ciertos aspectos de Holmes. “Era el hombre más brillante que he conocido, pero también era egocéntrico e insoportable”. Por último, hace mención a un hecho que ya era remarcado en los relatos originales y que será parte clave de esta historia, al decir que vivir con él “podía ser un infierno, especialmente cuando se encontraba entre casos”. En ambos montajes encontramos dos escena. En la primera, Holmes y Watson llegan a la casa. El primero reprocha la excesiva dramatización de los relatos y el segundo manifiesta su desaprobación por el consumo de cocaína. Este momento da paso a otro en que Holmes, aburrido, consume su dosis habitual.

La historia de la habitación bocabajo comienza con Watson en el salón, mientras de fondo oímos el violín de Holmes, encerrado en su habitación. El celebre inspector Lestrade (George Benson) hace en este relato su primera y única aparición en la película. Su retrato es el de un secundario cómico, algo en la tradición wilderiana, que llega en busca de ayuda para un caso surrealista. Ante el anuncio de Watson de que el policía ha llegado, la melodía del violín adquiere un tono dramático, un par de segundos antes de cesar. Esperando a que Holmes se prepare para recibir al inspector, Watson comenta su reciente descubrimiento de una conspiración para asesinar al zar con un grupo de enanos, una cómica referencia a un momento anterior de la cinta. La puerta se abre y Holmes sale en pijama y con barba de unos días. Lestrade, que tamborilea con sus dedos sobre el sombrero, reclama su ayuda para un caso único, el de un cadáver descubierto en una habitación con todos sus muebles clavados al techo.


Al llegar ven que la habitación ha sido, en efecto, dada la vuelta. También encuentran un periódico chino, una copia de La isla del tesoro y una carta, el siete de diamantes que ya salía en los créditos de la versión final. Ante este panorama, Lestrade no duda en observar que no hay pocas pruebas. “Demasiadas”, responde enigmáticamente Holmes, quien ya ha deducido que el cadáver fue vestido después de muerto.
En ese momento llega el dueño, un ciego que asegura que el hombre que alquiló la habitación era inglés y comenta, con el típico humor wilderiano, que cobrará un chelín por ver la habitación con los muebles clavados al techo. Dos chelines si dejan el cadáver.
La naturaleza cómica de Lestrade se intensifica aun más cuando sugiere dar la vuelta para entender mejor la situación. Holmes y Watson no tienen ningún inconveniente en ayudarle y marcharse dejándole así, mientras él pide su ayuda.


Holmes y Watson llegan al 221B de Baker Street. Al ver a la señora Hudson jugar a las cartas, Holmes devuelve el siete de diamantes a su baraja. Y es que, efectivamente, las pruebas le han llevado a una inequívoca conclusión. El escenario ha sido un caso imposible diseñado por su buen amigo el doctor Watson quien, con la ayuda de Lestrade, ha tomado prestado un cuerpo del hospital y lo ha situado en un entorno rodeado de elementos y objetos que o bien sustrajo del 221B o bien compró en tiendas cercanas. El propósito no era otro que evitar el consumo de cocaína de Holmes, entreteniéndole “Buen intento. Primitivo pero con algún detalle divertido. Me ha engañado durante 10 minutos” dice Holmes. “Nadie podría pedir un amigo mejor”.
Watson, harto de su compañero, revienta y reprueba su actitud de drogadicto. En un ataque de ira, hace su maleta para irse de Baker Street. Comienza a buscar su bolsa medica, que no aparece por ningún lado. Holmes le indica que está escondida debajo de la mesa, un lugar “más imaginativo que la última vez, cuando lo escondió debajo de la cama”. Watson abre el maletín y deja una aguja nueva a Holmes, bajo la advertencia de que, si quiere destruirse, no se lo impedirá. Así, la curiosa triquiñuela del maletín médico escondido se introduce aquí por primera vez y será un pilar de la escena final de la película. Al eliminar esta historia, ese instante queda cojo en el montaje final.
Justo en el momento en que Watson abre la puerta, listo para irse, se oye un disparo. Sube a toda prisa, para encontrar a Holmes haciendo prácticas de tiro con la pared. El doctor pide a la señora Hudson que vaya a deshacer su maleta. Watson agradece a Holmes esa estrafalaria forma de detener su marcha, a lo que el detective contesta que “se me ha acusado de ser frío y poco emocional. Y lo admito. Y en mi fría y poco emocional manera, estoy orgulloso de usted”. “Watson, sabe que no hay nada que no haría para mantenerle aquí”.
La historia termina con Watson recordando a Lestrade bocabajo, lo que causa un ataque de risa compartido entre el detective y el doctor, a los que la señora Hudson ve desde el fondo, convencida de que ambos se han vuelto locos.



THE DREADFUL BUSINESS OF THE NAKED HONEYMOONERS
(EL TERRIBLE ASUNTO DE LOS RECIÉN CASADOS DESNUDOS)
El siguiente fragmento es situado en algunos sitios como el último y en otros como el tercero, después del caso de la bailarina rusa.
Nos encontramos en verano de 1886 y Holmes y Watson vuelven de Constantinopla, donde resolvieron un caso sobre una de las concubinas favoritas del sultán. Mientras escribe la historia, Watson reflexiona sobre su condición de cronista del genio deductivo de su amigo. Holmes, quitándose importancia, le asegura que no tiene merito y que el doctor lleva tiempo suficiente con él como para entender y aplicar los principios del razonamiento deductivo. Watson, atraído por la idea, propone entonces resolver un caso algún día. “Podría sorprenderle”.
Providencialmente, el capitán del barco se acerca a la pareja. Se han encontrado dos cuerpos en el camarote A de la cubierta B y sólo el ingenio del sagaz detective podrá resolver el misterio. De camino, Holmes propone a Watson que tome la iniciativa y resuelva en caso. Aunque reacio, el doctor pronto acaba tan convencido de que puede hacerlo, que no deja a su amigo ayudarle, ni siquiera para indicar que está de camino al camarote B de la cubierta A.
Hay dos clases de zapatos en la puerta. Watson deduce: las víctimas son hombre y mujer.


Al entrar en la habitación, se encuentran, efectivamente, con un hombre y una mujer durmiendo desnudos en la cama. Son recién casados en su luna de miel y parecen estar muertos o profundamente dormidos. El razonamiento de Watson se pone a trabajar y pronto deduce que ambos han sufrido una muerte por veneno disuelto en el champán por un hombre corpulento. Holmes se sitúa en la puerta del camarote, contemplando con regocijo el espectáculo, mientras se regodea con frases como “Esplendido, acaba de eliminar todas las posibilidades” o “¿Está seguro de que es su primer caso”. Y es que Watson termina resultando menos sagaz de lo que esperaba, especialmente cuando sentencia que “cuando eliminamos todas las posibilidades, lo que queda, por muy improbable, es sin duda imposible”.
Con toda su teoría bien atada, Watson se acerca a la pareja para examinarlos y es entonces cuando, al despertarse, el buen doctor descubre todo su error. Al salir de la cabina, deja claro a Holmes que no vale para eso y que tendrá que manejar el caso autentico sin su ayuda. Al retirarse por el pasillo, Holmes pone cariñosamente la mano sobre el hombro de su amigo.

RESUMEN DE LA VERSIÓN ORIGINAL: LOS FRAGMENTOS CONSERVADOS

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