Agatha Christie se ha erigido con su numerosa obra como una de las grandes escritoras inglesas de novelas de misterio. Sus personajes han pasado a la historia de los detectives, casi junto a Sherlock Holmes.
No obstante, la creación de Arthur Conan Doyle resultaba mucho más estimulante que las aventuras literarias de Jane Marple o Hércules Poirot, que en el fondo se limitan a repetir una formula parecida, pero con unos personajes que no por peculiares son atractivos y que bien se cuidan de guardarse los datos fundamentales para resolver el misterio antes que nadie.
Así, a la hora de adaptar al cine las novelas de Christie, uno puede o bien tomar sus trabajos más peculiares (Diez negritos) o darles un toque diferente, sea con el guión o la dirección.
Cuando una novela de Agatha Christie se adapta sin demasiada personalidad el resultado final puede ser, como en el caso de El espejo roto (The Mirror Crack'd, 1980), tedioso y carente de cualquier atractivo.
Habiendo numerosas adaptaciones de la obra de Christie con actores tan competentes como Peter Ustinov, Maggie Smith, Sean Connery, Colin Blakely... el abajo firmante no puede resistir el inocente encanto de las películas que protagonizó Margaret Rutherford en los años 60.
En 1961, El tren de las 4:50 se estrenó firmada por George Pollock y con la desaprobación de la propia Agatha Christie.
El guión de la película huye de realizar una adaptación literal, de las que tanto se llevan hoy día, y se distancia de la novela para aportar su visión personal. Como lo que ya está escrito no tiene sentido reiterarlo en pantalla, esta primera aventura de Miss Marple modifica a placer la historia original.
Es cuestión de gustos si uno prefiere el calmado misterio de Christie con sus numerosos protagonistas, o la presencia constante de Margaret Rutherford con un tono más decididamente cómico respaldado por la divertida y pegadiza partitura de Ron Goodwin. Personalmente, escojo sin dudarlo la segunda opción.
La presencia de Rutherford en el reparto es esencial para lograr el tono de la película, en la que la ausencia de elementos dramáticos le confiere una gran honestidad.
Habiendo aparecido en papeles secundarios en la amena Pasaporte para Pimlico (Passport to Pimlico, 1949) y la genial El espíritu burlón (Blithe Spirit, 1945); en El tren de las 4:50 la actriz llevaba consigo no sólo su cómica actuación, sino a su propio marido, Stringer Davis, para el que se creo exclusivamente un personaje con su mismo nombre.
Rutherford interpreta una mujer activa y cómica que carga sobre sus hombros el peso de toda la película, a diferencia de la novela, donde su papel estaba más acotado.
La Miss Marple del cine, no obstante, está perfectamente respaldada por un grupo de personajes simpáticos, encarnados a la perfección por actores como Arthur Kennedy, James Robertson Justice, Charles Tingwell, Ronnie Raymond o el mencionado Davis.
La trama de misterio queda así en una posición importante pero supeditada al humor, que realmente se agradece y consigue sacar adelante, con su tono ameno, una convencional historia de asesinatos.
El mismo equipo daría posteriormente tres películas más, no tan geniales, pero igualmente divertidas, y que tomaban ya como lejana inspiración la obra de Agatha Christie.
Así, a la hora de adaptar al cine las novelas de Christie, uno puede o bien tomar sus trabajos más peculiares (Diez negritos) o darles un toque diferente, sea con el guión o la dirección.
Cuando una novela de Agatha Christie se adapta sin demasiada personalidad el resultado final puede ser, como en el caso de El espejo roto (The Mirror Crack'd, 1980), tedioso y carente de cualquier atractivo.
Habiendo numerosas adaptaciones de la obra de Christie con actores tan competentes como Peter Ustinov, Maggie Smith, Sean Connery, Colin Blakely... el abajo firmante no puede resistir el inocente encanto de las películas que protagonizó Margaret Rutherford en los años 60.
En 1961, El tren de las 4:50 se estrenó firmada por George Pollock y con la desaprobación de la propia Agatha Christie.
El guión de la película huye de realizar una adaptación literal, de las que tanto se llevan hoy día, y se distancia de la novela para aportar su visión personal. Como lo que ya está escrito no tiene sentido reiterarlo en pantalla, esta primera aventura de Miss Marple modifica a placer la historia original.
Es cuestión de gustos si uno prefiere el calmado misterio de Christie con sus numerosos protagonistas, o la presencia constante de Margaret Rutherford con un tono más decididamente cómico respaldado por la divertida y pegadiza partitura de Ron Goodwin. Personalmente, escojo sin dudarlo la segunda opción.
La presencia de Rutherford en el reparto es esencial para lograr el tono de la película, en la que la ausencia de elementos dramáticos le confiere una gran honestidad.
Habiendo aparecido en papeles secundarios en la amena Pasaporte para Pimlico (Passport to Pimlico, 1949) y la genial El espíritu burlón (Blithe Spirit, 1945); en El tren de las 4:50 la actriz llevaba consigo no sólo su cómica actuación, sino a su propio marido, Stringer Davis, para el que se creo exclusivamente un personaje con su mismo nombre.
Rutherford interpreta una mujer activa y cómica que carga sobre sus hombros el peso de toda la película, a diferencia de la novela, donde su papel estaba más acotado.
La Miss Marple del cine, no obstante, está perfectamente respaldada por un grupo de personajes simpáticos, encarnados a la perfección por actores como Arthur Kennedy, James Robertson Justice, Charles Tingwell, Ronnie Raymond o el mencionado Davis.
La trama de misterio queda así en una posición importante pero supeditada al humor, que realmente se agradece y consigue sacar adelante, con su tono ameno, una convencional historia de asesinatos.
El mismo equipo daría posteriormente tres películas más, no tan geniales, pero igualmente divertidas, y que tomaban ya como lejana inspiración la obra de Agatha Christie.
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