viernes, 22 de enero de 2010

El exorcista. El comienzo (La versión prohibida)

(Dominion. Prequel to the Exorcist, 2005)





La historia detrás de El exorcista. El comienzo es una de esas que, como mínimo, llaman la atención.
A la hora de hablar del pasado religioso del padre Merrin, los ejecutivos de Warner Bros se hicieron con un guión escrito a cuatro manos por William Wisher Jr. (colaborador habitual de James Cameron) y el reputado novelista Caleb Carr.
La película, que iba a dirigir John Frankenheimer antes de morir, llegó a manos de Paul Schrader, cuyos guiones para Taxi Driver o La última tentación de Cristo, sin duda le sitúan como un tipo de cierto interés (aunque menos talentoso de lo que él mismo se piensa).


El resultado final de la película fue mostrado a Warner Bros y su reacción ante lo que habían visto, que era más un drama que una película de terror, fue la de despedir a todos los implicados, contratar un nuevo guionista y rehacer la historia sobre el enfrentamiento del padre Merrin con el demonio para convertirla en una película de vómitos y sangre.


Posteriormente, debido a las malas criticas que cosechó la versión nueva, los ejecutivos decidieron lanzar el montaje original de Schrader, en la esperanza de que su visión, más personal, les valiera alguna buena crítica.


En los diez primeros minutos de El exorcista, el cada vez más perdido Williamd Friedkin supo dar un comienzo magistral a una obra convertida hoy en película de culto. Sin apenas contar nada, reposó todo este soberbio inicio en una dirección, una ambientación y un misterio impresionantes.
El exorcista. El comienzo, ambas versiones, tienen más que ver con estos primeros momentos que con lo que sería la historia posterior.
Pero, como era de esperar, ninguna de las dos versiones consigue igualarlos.


El guión de Wisher y Carr para esta génesis es, cuanto menos, atípico y valiente. Ambos buscaron más un drama de tintes filosóficos y teológicos que una película de terror. Una historia guiada por los personajes, con más aciertos que fallos (el elemento humano en el mal), que, si bien no perfecta, se erige como más elaborada de lo habitual.


Schrader, por su parte, presenta más fallos que aciertos. Aunque tiene buenas ideas, ciertos detalles brillantes (la primera noche en el campamento) y presenta una dirección clásica, el colaborador de Martin Scorsese hace un trabajo demasiado flojo, totalmente carente de la intensidad, el drama y el miedo que una historia así requería y a los que el guión da pie suficiente.


Así, momentos como los que intercalan la profanación de la iglesia con el nacimiento y la operación son, en su concepción, grandes escenas, pero quedan en nada, mientras que ideas como el delirante sueño del padre Merrin o los elementos sobrenaturales, con ciertos atractivos, terminan cayendo en el ridículo.


Toda la película, salvo el guión, resulta apática y estática, con un reparto que no pasa de correcto (salvo el siempre interesante Stellan Skarsgård, que sabe llevar todo el peso de su personaje) y un equipo técnico lejos de lo mejor que podían dar, con la aburrida fotografía de Vittorio Storaro, la irregular partitura musical de Angelo Badalamenti (combinada con temas de Trevor Rabin para la otra versión) o los mediocres e innecesarios efectos visuales.


Pero, con sus más y sus menos, sería injusto negar que El exorcista de Schrader es una película interesante.
Aciertos argumentales y visuales, junto a una dignidad perdida en el cine de terror actual, le dan cierto valor; pero terminan hundiéndose por un director que no es el Friedkin de los 70.

2 comentarios:

  1. Oiga usted. Si, usted. Actualice el enlace a mi blog, si no es mucha molestia. Que me esta bajando el Google-pene.

    GRASIAS DE ANTEBRASO

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  2. Amí me pareció interesante y muy superior a la versión horrible de Renny Harlin, de la que sólo salvaría el inicio, pero sigue siendo una cinta no muy destacable.

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