lunes, 18 de enero de 2010

La carrera del siglo

(The Great Race, 1965)





Blake Edwards es un director que, en su irregularidad, ha dado al mundo del cine películas tan variadas como La pantera rosa (The Pink Panther, 1963), Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, 1961) o 10, la mujer perfecta (10, 1979). Pero probablemente La carrera del siglo sea una película única en su filmografía, en cuanto que es un surrealista relato épico cargado de humor al más puro estilo de los alocados Looney Tunes. No por nada, probablemente fuera la influencia principal de la serie Los autos locos (Wacky Races, 1968).


El gran Leslie (Tony Curtis) propone una carrera desde Nueva York a París en coche, donde su principal contrincante será el nada temible Profesor Fate (Jack Lemmon).


Como una versión disparatada del viaje de Lindberg, Blake Edwards propone con La carrera del siglo una traslación del disparatado espíritu de los dibujos animados a una película en imagen real cargada de épica, desde su equipo de técnicos de primera hasta su formato panorámico, pasando por una duración de más de dos horas y media.
El delirante filme propuesto por Edwards es una historia verdaderamente simple e intrascendente adornada de la forma más enrevesada posible por un envoltorio del todo grandilocuente que sólo pretende realzar el espectáculo visual y humorístico.


En una nueva colaboración tras Con faldas y a lo loco (Some Like it Hot, 1959), Tony Curtis y Jack Lemmon encarnan al galán más espectacular y al malvado más inútil con un sentido del humor y una sobreactuación (especialmente, el segundo) por momentos memorable, y pululan por localizaciones espectaculares viviendo historias de lo más variopintas que basan su humor tanto en el diálogo (toda la subtrama del periódico) como, directamente, en los golpes bien llevados. Y ahí está la batalla de tartas más legendaria jamás hecha para probarlo.


Parte de esta épica está puesta, de forma vital, por técnicos expertos que saben lo que hacen; no por nada consiguieron un Oscar y otras cuatro nominaciones para la película.
Mientras la fotografía de Russell Harlan (con un simpatiquísimo colorido) da a la película ese toque que la complemente en sus localizaciones y decorados, la banda sonora del legendario Henry Mancini desprende un estilo y un porte lleno de elegancia y energía, con una canción principal memorable.


Así, La carrera del siglo es una película que, por su sentido del humor y parodia, no puede dejar de resultar simpática y entretenida, lo suficiente para que pasemos por alto sus altibajos, que los tiene, para centrarnos en el tono aventurero y cartoon del conjunto.

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