Hollywood parece encontrar un extraño atractivo en adaptar a la gran pantalla historias reales y, en la gran mayoría de los casos, lo hace centrándose en los elementos más tópicos que puede haber, para dar una obra que, con todos los convencionalismos del biopic, busca acaparar cuantas más premios mejor.
Pero de vez en cuando surgen otras películas que buscan hacer algo diferente, o que lo hacen con gran acierto. Y aquí es donde entra Buenas noches y buena suerte, una de las películas más interesantes de la última década.
George Clooney es, como actor, uno de los tipos más carismáticos que el cine al otro lado del charco puede darnos y, probablemente, siempre sea uno de los mejores elementos de la película en que trabaja (por mala que esta pueda ser). Quién lo iba a decir del protagonista de Urgencias y Batman y Robin, pero así es.
Y aun en su faceta de director no deja de ser interesante.
Con enormes influencias de obras clásicas, Clooney, en sus tres películas como director, ha demostrado ser un tipo con buenas ideas y talento pero, aquí viene lo malo, lastrado siempre por una excesiva cerebralidad y falta de espontaneidad. Es decir, que una película dirigida por George Clooney siempre será interesante pero incompleta. Y eso le sucede a Buenas noches, y buena suerte.
El tema es que el material de partida es tan apasionante y complejo que eso apenas termina importando.
La narración de la lucha de un programa de televisión contra la caza de brujas del senador McCarthy en los años 50 es una historia que, en sus implicaciones, puede extenderse y aplicarse a muchísimos elementos.
Y, siendo una película de un claro contenido político, es llevada por Clooney y su co-guionista y director de la inminente Los hombres que miraban fijamente a las cabras (The Men Who Stare at Goats, 2009), Grant Henslov, con una moderación envidiable.
Clooney realiza una película que, en su blanco y negro y en su puesta en escena (austera, pero no por ello mala), se enmarca perfectamente en la época (años 50) y el medio (televisión) en los que la película se sitúa y que, a diferencia del morboso partidismo de otros cineastas como Oliver Stone o Michael Moore, se respalda enormemente en imágenes de archivo reales que de tan fascinantes e increíbles no cansan en ningún momento, aunque pueden hacer sentir que estamos más ante un documental que una película.
Los elementos dramatizados del relato son llevados con una dignidad envidiable, a pesar de cierto distanciamiento de la historia que Clooney parece no poder evitar nunca, y no sólo no sobran en ningún momento, sino que por momentos se echan en falta (da ciertas cosas por sentado, tales como el contexto de la caza de brujas o la relación romántica de dos personajes).
Pero casi cualquier fallo que pueda haber en la película se subsana con una correctísima dirección, una magnífica fotografía en blanco y negro y unas actuaciones brillantes. No sólo encontramos a actores tan adecuados como Robert Downey Jr. o el propio Clooney, sino a un simplemente prodigioso David Strathairn, cuya recreación de Edward Murnow evita las caricaturas tan habituales en biopics y realiza una personificación realista y asbolutamente fascinante.
Así, la segunda obra de George Clooney como director es una de las película más logradas de los últimos años y una fascinante representación de uno de los momentos más vergonzosos de la historia reciente de los Estados Unidos.
Una película enorme.
ResponderEliminarSi en Confesiones de Una Mente Peligrosa Clooney con pericia hizo una cinta muy a lo hermanos Coen, en Buenas Noches y Buena Suerte tira de aroma a cine clásico con un film genial, crítico pero no panfletario, con un sólido guión y un reparto elegido con acierto.
La excelente serie Mad Men le debe mucho a esta soberbia cinta de Clooney y por dios, queremos ver esa Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras ¡¡ya!!