jueves, 27 de enero de 2011

Clasificar lo indefinible. Definir lo inclasificable

La mente humana tiene una capacidad asombrosa para ordenar el caos, para buscar la pauta en el azar.En el coche, vemos a las personas caminar siguiendo el ritmo de la canción que tenemos puesta.Cuando ponemos un audio sobre unas imágenes que no se corresponde, tarde o temprano acabarán sincronizándose.Pensar que no hay un orden detrás de las cosas significa pensar en un enorme sinsentido universal, como quien repite una y otra vez una palabra hasta que se pregunta qué diablos significa.

El orden subjetivamente cósmico es inherente a nuestra existencia y llega hasta tal punto, que incluso hay espacio para el caos. Entre la gente buena, la gente mala, la gente divertida, la gente seria, la gente aburrida, la gent… está la gente indefinible, adjetivo que define perfectamente.
Y por supuesto que es lógico y normal clasificar a la gente. Pero el problema nace cuando la persona sigue a la clasificación, en lugar de a la inversa. Cuando una persona no es inclasificable por lo que hace, sino que hace lo que hace para ser inclasificable.Grupos que nos sirven para ordenar la realidad de forma subjetiva, acentúan sus fronteras y se conviertan en divisores radicales basados en meros tecnicismos.

Y si al principio era lo que defendíamos lo que nos situaba en un grupo, al final es un grupo lo que marca qué defendemos, como forma de cerrarnos, de desdeñar opciones que no son extrañas porque son de otro grupo que, para más inri, rara vez puede ser visto como complementario tanto como contrario.

Perdemos nuestra personalidad sumergidos en una masa que conforma un concepto etéreo que creamos para servirnos y que ahora nos esclaviza en pos de ese orden al que tan naturalmente tendemos. Nuestras afinidades nos agrupan, nuestra agrupación nos clasifica, nuestra clasificación nos indefine, y nuestra indefinición nos ayuda a ver el mundo en dos. Los buenos y los malos.

Este es un mundo de librepensadores en el que no debe haber limitaciones ni reglas. Esa es la primera regla. Tenemos 99 más.

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