sábado, 21 de julio de 2012

El caballero oscuro. La leyenda renace




Christopher Nolan es uno de esos directores que parece que debes amar u odiar pero que, en cualquier caso, no te debe dejar indiferente. Y aunque sin duda es un director de éxito y con buenas ideas, lo cierto es que adolece de un mal que cada vez se da más en el cine actual, esa sensación de que uno está viendo una película descuidada y que bien podría necesitar un par de revisiones.
El caballero oscuro tenía un ritmo trepidante, un gran personaje y algunas ideas que ayudaban a  pasar por alto sus fallos de dirección y montaje. Origen, por otro lado, estaba más cuidada en ese aspecto, a pesar de ser obvia en su exposición y limitada en su planificación. En cualquier caso, supuso un claro paso adelante y una evolución en la carrera de Nolan, que ahora el director parece haber retrocedido con creces con la tercera entrega de su saga de Batman.
La sensación que da El caballero oscuro: La leyenda renace es que Nolan vuelve a un universo cuyo cenit ya alcanzó con la segunda parte sin muchas ganas por seguir su historia y tirando de piloto automático para resolverlo todo. Como todas terceras partes, es delirantemente épica, dramática y reveladora.

La sensación final es, nuevamente, que necesitaba no ya un par, sino unas cuantas revisiones y que es una película sustentada sobre ideas sin desarrollar que tiran del tópico.
Empezando por lo más básico, el guión pretende abarcar multitud de escenas, momentos y personajes, muchos de ellos meramente anecdóticos o sin ninguna repercusión real., basándose en una historia demasiado compleja y difícil para lo que finalmente alcanza y siendo constantemente impregnada por la obviedad y la expresión manifiesta de absolutamente todo de la forma más clara y sencilla posible. Los personajes de El caballero oscuro enuncian cada sentimiento y, por si no queda claro, cada acción y cada nombre.
La historia misma es tan épica que no solo no logra alcanzar sus aspiraciones, sino que se cae con todo el equipo. Los personajes que la pueblan carecen de cualquier atractivo y pretenden sustentar toda la historia a través de esas emociones manifiestas, cuando Nolan no decide hacerlo en imposibles delirios grandiosos para hacerla lo más espectacular posibles, todo a favor de un arco y una historia completamente anárquica, innecesariamente larga y ridículamente sorpresiva.

 La labor de Nolan como director nunca ha sido demasiado destacable. Aunque tiene personalidad y ciertas ideas, su resolución de las escenas suele ser bastante plana. Y si en Batman Begins esto era especialmente patente, en El caballero oscuro corrigió algo sus errores y en Origen hizo algo bastante más decente. En esta tercera parte, para no desentonar con el guión, nos da la peor dirección de toda su carrera. El caballero oscuro. La leyenda renace está terriblemente narrada.  Es difícil no mencionar aquí el montaje, que ha sido otro de sus mayores fallos a lo largo de su carrera, dotando a sus películas de un ritmo del todo equivocado con el ansia de encajar cuantas más cosas mejor dentro del metraje. Nolan prefiere eliminar los momentos de transición antes de dejar fuera algún prescindible arco argumental, y eso es algo que repercute.
El resultado de todo esto es que la película no respira en absoluto, las escenas carecen de entidad y al final todo es una sucesión de eventos que no parecen tener demasiada relación y que Nolan enfoca con una torpeza pocas veces vista.  No hay ningún contexto y la presentación de los eventos es totalmente confusa, cuando no absolutamente débil, como las escenas en la casa de Catwoman, la esperada batalla entre Bane y Batman o la primera aparición de Batman; que carecen de cualquier impacto por culpa de la puesta en escena.

Esta torpeza de Nolan contagia, como es de esperar, a los propios actores, que se ven con unos personajes insuficientes como para poder destacar en algún momento. El resto de sus colaboradores habitual hace un trabajo decente, empezando por la música de Hans Zimmer y destacando la siempre estupenda labor de Wally Pfister, su director de fotografía habitual, que aquí intenta imprimir a ratos un tono crepuscular bastante apreciable.

La tercera entrega de El caballero oscuro es una película descuidada, víctima de su propia ansia de épica, un productor que da la sensación de haberse cocinado a toda prisa cuando aun necesitaba más preparación y con tan poco impacto que se olvida nada más salir de la sala. 

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